martes, noviembre 26, 2024
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González y las moscas

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Nadie eligió a Ignacio González presidente de la Comunidad de Madrid, a excepción de Esperanza Aguirre. Tampoco a Ana Botella, si exceptuamos a Alberto Ruiz Gallardón. Y a lo que parece, ese régimen dedocrático, hereditario, se extingue. Ahora bien, se extingue relativamente: otro dedo, el de Rajoy, se apresta a señalar a los candidatos a sucederles. La parte buena es que, apunte a quien apunte ese dedo, es muy probable que los nuevos elegidos se queden, pues han de pasar por unas urnas que echan chispas, en candidatos sin más, es decir, compuestos y sin novia.

González era el hombre de Aguirre para Caja Madrid, y Rato el de Rajoy. Sabemos en qué acabó la terna y la propia Caja, y en unos meses sabremos qué será de quienes movían los hilos, Aguirre y el propio Rajoy. La movida del ático de Marbella, que no está en Marbella, sino en Estepona, es sólo otro signo, no sé si el postrero, de descomposición de un estilo político turbio y ademocrático que sólo sabe darle al dedo. El orígen de ese inmueble de lujo hortera, la trama de su venta, su alquiler y su compra, la investigación dormida, el trajín de comisarios, el testaferro para todo, el productor cinematográfico con negocios en Madrid, el paraíso Delaware y demás flecos del caso, se corresponden con el cargado ambiente de un partido en B que supone, ilusoriamente, que quitándose de encima el ático se quita, a ojos del electorado, el peso de la sospecha.

Así como Urdangarin nunca entendió que él no pudiera hacer negocios donde todo el mundo los hacía, es posible que Ignacio González se sorprenda porque una cosa como lo de su ático termine con su llamémosle carrera política. Amigos apenas los hay en la vida; menos en un partido político. González, según dicen los que se curran bien los pasillos, nunca fue del agrado de Rajoy. Era el hombre de Aguirre, su brazo derecho, su delfín, su general bonito, y desde lo de Valencia no le podía ni ver. Qué más da. Lo que importa, la depuración de responsabilidades penales en sede judicial y políticas ante la sociedad, no llega. Todo queda en ese fuego amigo tan característico del PP y de todos los partidos. ¿Qué tendrá el poder para que se peleen tanto por él las moscas?

Rafael Torres

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