sábado, noviembre 23, 2024
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Fresas,»cóctel» de plaguicidas y «Matrix»: el último informe de la EFSA

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El último informe de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) hecho público estos días reaviva la polémica sobre los residuos de pesticidas en las frutas y verduras en Europa. Cerca de la mitad de las muestras de alimentos los contienen. Su presencia podría no ofrecer las debidas garantías sanitarias a pesar de que buena parte de las muestras analizadas -un 97%- no superen los niveles que la EFSA considera «seguros». Ninguna norma nos protege contra los efectos de los «cócteles» de residuos de pesticidas en las frutas y verduras.

El caballo de batalla es algo que se revela en el propio informe de la EFSA: que más del  27% de las muestras tienen varios pesticidas distintos simultáneamente. El dato es pura dinamita, aunque la EFSA quiera pasar de puntillas ante él,  porque implica algo que claramente pone en tela de juicio que sean realmente «seguros» esos límites de pesticidas que la Administración nos dice que podemos ingerir sin riesgo. La razón es algo tan simple y tan demoledor como que ni la EFSA ni ninguna otra autoridad pueden afirmar con fundamento científico que sea seguro exponerse a tales mezclas de pesticidas porque, por increíble que parezca (ya que lo normal es que las personas se expongan a tales mezclas y no a pesticidas aislados) los tests de toxicidad oficiales no evalúan el efecto de tales mezclas.

Los métodos de evaluación del riesgo en los que basa la presunta seguridad alimentaria en relación a los residuos de pesticidas en las frutas y verduras analizan solo -y de forma manifiestamente mejorable- los posibles efectos de cada pesticida aislado, nunca en conjunción con otros pesticidas. Y eso que se habla ahora solo de los varios pesticidas que puede haber en una fruta o verdura concreta y sin contar con que, evidentemente, una persona no va a comer solo una fruta o verdura, sino con mucha probabilidad diferentes frutas y verduras, cada una de ellas con sus respectivas mezclas de pesticidas. Así que estamos ingiriendo a diario mezclas de pesticidas, con efectos impredecibles, sin que haya ningún dato objetivo que nos permita suponer que es seguro hacerlo.

Un  63% de las fresas tendrían más de un pesticida, seguidas de los melocotones con un 53%, las manzanas con un 46% o las lechugas con un 36% 

¿Por qué la EFSA pasa de puntillas por estas cuestiones cuando, como ha sucedido ahora presenta los datos de presencia de pesticidas en los alimentos europeos?. ¿Por qué las evaluaciones de riesgo que hace se basan en escenarios irreales -tan virtuales como Matrix-  en los que los consumidores se expondrían solo a un pesticida aislado cada vez?. ¿Existe la seguridad alimentaria en el mundo real o solo como construcción abstracta que nos ofrece una sensación ficticia de ausencia de riesgos?

Repasando el informe de la EFSA se ve, por ejemplo, que hay una serie de frutas y verduras que  están en cabeza en cuanto al número de pesticidas distintos que pueden tener a la vez. Así, un  63% de las fresas tendrían más de un pesticida (el 12% con más de 6), seguidas de los melocotones con un 53%, las manzanas con un 46% o las lechugas con un 36%. Un 28% de las muestras de avena, un 27% de las de tomates o un 23% de las de vino también tendrían estos residuos múltiples, así como otros alimentos tendrían otros porcentajes menores. Aún así, como se está insistiendo, la EFSA, ante estas cifras, procedentes de muestras tomadas en 2013 y que se publican ahora tras el proceso de los datos, sigue como si nada. Como si ello no afectase profundamente a la fiabilidad de los sistemas de evaluación del riesgo que le llevan a afirmar que una buena parte de las muestras no representan un problema porque se cumplen los «límites legales». Unos «límites legales» para cuyo establecimiento, como se denuncia, no se ha tenido en cuenta la realidad. Una realidad marcada por el hecho de la exposición a mezclas de pesticidas.

La EFSA, valiéndose de su aspecto intimidante de Autoridad en la materia, que puede hacer mella en ciudadanos poco informados -poco informados, por ejemplo, acerca de sus conflictos de interés y sus métodos- emite cíclicamente, cual oráculo de Delphos, sus dictámenes acerca de lo que es «seguro» o «inseguro». Afirma con aplomo que existe «seguridad» alimentaria.

Muchos, movidos por simples actos de fe ciega, es probable que la crean. Pero la verdad no es cuestión de actos de fe sino de hechos objetivos. Y un  hecho objetivo, absolutamente incuestionable, es que ni la EFSA ni ningún otro organismo similar ha evaluado el riesgo de tener varios pesticidas simultáneamente en las frutas y verduras y que, sin embargo, esas mezclas de pesticidas están ahí y la EFSA consiente que nos expongamos a ellos, sin advertirnos adecuadamente de la existencia de ésas incertidumbres tan serias. Empeñada en vendernos una apariencia de «certeza» en la «seguridad» de algo cuando lo único que hay son sólidas sombras de duda. No se sabe qué efectos tienen tales mezclas y la EFSA debería decirlo.

Ya existen dudas acerca del modo en el que se ha evaluado la toxicidad de las sustancias aisladas, básicamente porque tradicionalmente no se ha tenido en cuenta debidamente el conocimiento científico más actual a la hora de establecer los límites supuestamente seguros, habiéndose concedido siempre un papel dominante a los estudios realizados por los propios fabricantes de pesticidas con no poco escándalo de la comunidad científica. No se han considerado adecuadamente efectos como los vinculados a la disrupción endocrina que podrían producirse a niveles muy bajos de concentración (es más, dudándose que pueda establecerse un umbral de concentración seguro alguno para las sustancias con estos efectos). Pero el hecho de que no se hayan evaluado los efectos conjuntos de los diferentes pesticidas a los que podemos exponernos simultáneamente es, sin duda, una de las más claras deficiencias de los sistemas de evaluación de los riesgos alimentarios derivados de la exposición a los pesticidas.

Los actuales estándares no protegen contra las mezclas tóxicas, no son seguros, y  deberían hacerse más estrictos con urgencia

Pese a ello, la EFSA, como siempre que presenta estos informes, se jacta de que sus resultados indican que no existen apenas riesgos. Se contenta con decir que mayoritariamente se cumplen los «límites legales». Pero, eso sí, sin explicar todas las graves deficiencias de los criterios que se han tenido en cuenta para establecer a esos niveles legales.

Curiosamente, ECPA (European Crop Protection Association), que agrupa a las empresas fabricantes de pesticidas que comercializan sus productos en Europa -Monsanto, Syngenta, Dow Chemical, Bayer…- ha manifestado su contento con la forma en la que la EFSA ha interpretado esos resultados, ya que la forma que la EFSA tiene de presentarlos abona la idea de que es muy «saludable» seguir esparciendo decenas de miles de toneladas de los venenos que venden sobre los cultivos europeos.

La organización PAN Europe, una entidad dedicada a denunciar los riesgos de los pesticidas,  señala que «los europeos no están protegidos contra los efectos que sobre la salud pueden tener esas mezclas de pesticidas» y acusa a la EFSA de no haber establecido métodos para evaluarlos a pesar de que una Directiva comunitaria (la Residue Directive 396/2005)  decía que era importante «desarrollar una metodología que tenga en cuenta los efectos acumulativos y sinérgicos; teniendo en cuenta la exposición de las personas a combinaciones de sustancias activas y sus efectos acumulativos y posiblemente globales y sinérgicos para la salud humana«. A día de hoy, pese a los años transcurridos desde la publicación de esa Directiva, la EFSA sigue sin tener en cuenta debidamente el «efecto cóctel».

Sin embargo, diferentes instituciones científicas muy serias sí han realizado evaluaciones del efecto tóxico de las mezclas de pesticidas, concluyendo que los efectos pueden ser mucho mayores a los de las sustancias aisladas. Por ello, y hablando en términos muy suaves, es muy fácil que las afirmaciones de la EFSA acerca de la supuesta «seguridad» de los niveles de pesticidas a los que se exponen los europeos tengan muy poco valor real y subestimen groseramente los riesgos.

PAN Europe denuncia que «los actuales estándares no protegen contra las mezclas tóxicas, no son seguros, y  deberían hacerse más estrictos con urgencia. Durante años la EFSA ha dicho que los residuos de pesticidas en los alimentos no representaban un riesgo para los humanos pero esa afirmación es claramente falsa y acientífica».

Son desde luego, acusaciones muy graves. Sin embargo falta en buena medida la suficiente presión social que fuerce a que la EFSA y otras agencias incorporen criterios más serios de seguridad alimentaria. Todo ello a pesar de las hondas repercusiones que estas cosas podrían estar teniendo en nuestras vidas. No olvidemos, por ejemplo, los recientes informes auspiciados por la Endocrine Society que hablaban de un coste sanitario de decenas de miles de millones de euros al año en Europa a causa de tan solo unos cuantos pesticidas.

Para PAN Europe está claro que la única forma de tener una certeza clara de ausencia de riesgo sobre los pesticidas en los alimentos no es fijar límites supuestamente «seguros» sino eliminarlos de la comida. Como dicen: «los residuos de pesticidas no han de tener lugar en nuestros alimentos y la Comisión Europea y los Estados Miembros deben perseguir la presencia de cero residuos en nuestra comida para excluir todo riesgo».

Puede parecer ciertamente «radical». Pero debiésemos plantearnos qué es lo realmente radical. Especialmente si nos encontramos, como puede ser el caso en alguna medida, en un mundo al revés en el que los conceptos acerca de lo correcto o lo incorrecto, lo radical y lo moderado pueden haberse subvertido muchas veces, de modo que lo más sensato y lo más fundado científicamente nos parezca una «locura» y lo más insensato y absolutamente carente de base científica alguna nos parezca «razonable».

Siempre habrá quien como Cifra, ese personaje de Matrix que decía aquello de que «la ignorancia es la felicidad» puedan seguir contentos confiando en que «estamos en buenas manos», que papá Estado y mamá EFSA velan por nosotros. Dormir con esa nana tantas veces repetida de que no hay que inquietarse. Que sí, que buena parte de las frutas y verduras que comemos tienen presencia de venenos, pero que se ha «comprobado» que están a niveles «seguros» para nuestra salud.

Si la función de la EFSA es, precisamente, generar confianza, hay que decir que  algo está fallando

Pero los que prefieran la pastilla roja (la de la verdad) acaso debieran preocuparse un poco y ver qué es lo que está diciendo, no una agencia burocrática que se comporta como tantas otras agencias burocráticas al servicio de lo que ya se sabe, sino lo que está diciendo la comunidad científica. Usar un poco la materia gris propia, tan denostada en los tiempos que corren. No delegar el pensamiento acogiendo cándidamente los dictámenes de las «autoridades competentes» sino usar un poco la cabeza. Uno de los mayores enemigos de las masas es que muchos delegan pensar suponiendo que las autoridades lo hacen por ellos en una serie de temas. Y, la verdad, sabiendo como es el género humano en cuanto hay intereses por medio, quizás sea pecar de demasiada inocencia.

La nana que por enésima vez nos canta ahora la EFSA es que sí, que cerca de la mitad de las muestras de alimentos tienen residuos de pesticidas, pero que solo el 2,6% superan el llamado Límite Máximo de Residuos. Es decir, que más de un 97% de las muestras están dentro de la Ley y que, por lo tanto, no hay por qué inquietarse. De hecho estos días ha habido algunos medios de comunicación que han destacado eso. Han preferido la pastilla azul.

Pero, a poco que uno escarbe, encuentra cosas llamativas. La primera que destaca PAN Europe es que «los estándares alimentarios fueron masivamente relajados en 2009 para favorecer a las industrias alimentarias, a causa de lo cual el número de veces que se superan los límites se redujo artificialmente por razones comerciales y no científicas». Es decir, se hizo subir la concentración de muchos límites «seguros» de pesticidas con lo cual, claro, se daba una sensación de que la cosa había mejorado. Pero afirmar tal cosa sería como decir que han disminuido los delitos simplemente porque algún día a alguna lumbrera se le ocurriese eliminar un montón de delitos del código penal. La segunda razón que cita es la ya dicha de no tener en cuenta el efecto de las mezclas de pesticidas. Pero podrían apuntarse más, como, entre otras, que a la hora de evaluar los riesgos de los pesticidas se tengan más en cuenta los estudios de los propios fabricantes que los de la ciencia académica independiente.

Es para reflexionar que, a pesar de la falta de suficiente información al público general  acerca de estas crasas deficiencias, una buena parte de  los ciudadanos no parezcan confiar demasiado en la EFSA y agencias similares ya que, como muestra el Eurobarómetro, un 72% de los europeos están bastante o muy preocupados por la presencia de residuos de pesticidas en los alimentos, tema que es, de hecho, su principal preocupación en cuanto a los riesgos vinculados a la comida.

Si la función de la EFSA es, precisamente, generar confianza, hay que decir que  algo está fallando. Probablemente porque se han confundido los objetivos. El objetivo debiera haber sido establecer medidas estrictas para garantizar una seguridad verdadera que hiciese surgir una confianza basada en la eliminación real de los riesgos, no un sistema para proyectar una apariencia de seguridad que no se corresponda con los hechos objetivos. Al final, incluso entre muchos de los europeos menos concienciados se percibe que hay cosas que no cuadran. Como le pasaba a Neo en Matrix.

 

Carlos de Prada

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