De la solemnidad del himno de un país en guerra pasamos al lorororo del pasadoble español. El comentarista dijo varias veces la palabra prolegómeno, que como el juego de la selección, pierde sentido a la enésima repetición. Hubo un minuto de silencio muy poco estremecedor y, acabada la pantomima, los chicos empezaron a tocarla. Iniesta se la pasa a Busquets, y éste se la devuelve. Ese fue el eléctrico inicio del partido. Da la impresión que todo parte de un pase original y la jefatura ha decidido que la cosa debe seguir igual para que no se debiliten las estructuras.
Tras un par de minutos angustiosos con el balón dando vueltas sobre el centro del campo sin que pasara nada, Silva se lo ató con una cuerda y descubrió a Iniesta e Isco, los dos socios que necesita para retorcer el juego y abrir luces en el área. El canario se para, levanta la cabeza, vuelve hacia atrás, mueve la cintura como si estuviera en un combate de navajas, piensa, pone la muleta, y la suelta ya, muy al final de su diagonal. Un jugador pura intuición, razonada y tenaz, que bebe los vientos del partido y actúa en consecuencia. Fueron 20 minutos en los que se dejó notar la energía de Isco y las ganas de asociarse que tenían todos.
Volvieron las jugadas inexplicables, el dominio sin fin y las oportunidades a medio terminar por culpa del disparo tuberculoso marca españa. Isco e Iniesta daban vueltas uno alrededor del otro y descubrimos que el manchego es más fino, casi transparente al lado de los cuartos traseros del andaluz, que subraya mucho sus acciones. España sigue sin querer ser como las demás, y en el fútbol lo está consiguiendo. El tiki-taka como proyección nacional única e indivisible, funciona ejemplarmente. La asociación continua, el engaño, la postura conservadora ante la realidad que parece lo contrario, la no violencia, la falta de ruptura, la complejidad estructural, el ingenio como fin último de las cosas. Es el arte menor de una generación cohibida.
La vista descansa siguiendo el rondo, pero se necesita una ruptura cada 5 minutos para paliar el ensimismamiento. Morata lo intenta, cae a banda, apoya y se atrofia en el remate como si estuviera atado a un caballo muerto. No es suficiente y España cae en la modorra. Todo retrocede 10 metros y los ucranianos descubren las amplias praderas a la espalda de Jordi Alba. Un jugador al que le falta la mitad. El comentarista apunta que la paciencia no está reñida con la velocidad, aforismo insondable que pudo ser parido por la mente de Gracián. Los jugadores se apelotonan en torno a Busquets como pidiendo la vez.
El partido comienza a abrirse y los eslavos van tomando posiciones sobre el campo. Los regates de Isco provocan una herida que aprovecha Iniesta para dejarle un balón franco a Morata quien bracea desesperado incluso antes de pifiarla. La fluidez, el encanto, ha desaparecido y vuelve la cara amarga de la selección; un grupo humano desconectado entre sí, con piezas frágiles sin balón y demasiado separadas con él. Ucrania juega como si esto fuera un deporte rural. Centros, rebotes y el balón parado que resulta temible en los tiempos actuales de Casillas. De repente, Iniesta abre a Koke, y se descubre un pasilllo enorme por donde corre Morata. El atlético le da un pase perfecto, de primeras, y el canterano del madrid se echa encima del balón como si quisiera desactivarlo empujándolo a gol como mejor sabe: con su voluntad indesmayable.
España vuelve a retomar el hilo, el como decíamos ayer, ayudado por Morata, que baja y aguanta, se faja y se desmarca y así le da tiempo y espacio a los centrocampistas para que hagan su labor. Iniesta anda perdido en el mar abierto que es ahora el barsa, pero la selección cuando está entonada reduce los espacios y ahí, el manchego sigue mandando. Ucrania amenaza a balón parado, ante la pasividad inmemorial de Casillas, mito de terracota en el que ya nadie repara excepto los turistas. En los tiempos muertos, que cada vez se alargan más en el juego de la selección, los comentaristas recuerdan los 14 años de paz que le ha dado Iker a la nación. España ya se ha desdibujado completamente y se nota heredera de su última etapa, la decadente, sólo detalles y el terror a los espacios, que crecen sin pausa.
Morata sigue allá arriba arando el campo y ya se le nota la espalda encorvada del último raúl, el del gol de la rata. Iniesta rompe a un ucraniano y al público le brota un olé desde muy abajo. Hay ganas de aplaudir. Una ruleta del malagueño hace saltar el Isco, Isco, salivación automática del hombre del sur ante el toreo de salón. Iker hace una parada dentro de la cueva. Iker le regala el balón al contrario. Iker despeja de puños y se enfurece. Iker rifa el balón y así España se convierte en un equipo inválido. Ya no hay tejido en el partido y la pelota sigue lo que le dicta el primer jugador que la pille.
Pedro entra por Morata. Nadie lo nota. Piqué se incorpora al ataque, señal no se sabe si del fin de los tiempos o de la blandenguería Ucraniana. Sólo las diagonales de Ramos hacia Juanfran abren el partido. En el último momento, España vuelve a tocarla, pero la posesión defensiva no tiene sentido sin Xavi. A los demás se la acaban quitando. El último minuto fue largo y lleno de miedo. El tiempo acabó y España seguía parada. No se ha movido desde el mundial. Sólo Isco agita la posesión, y esa falsa alegría dura la mitad de la mitad del todo, y la selección no es nada sin control. Busquets, Alba, Iniesta, Isco, Silva, sin balón son como niños pequeños jugando a la guerra de los mayores. Eso hace inviable este plan contra un equipo con enjundia, porque sin Xavi y sin Alonso, la posesión pende de un hilo y la artesanía no tiene red detrás.
ESPAÑA, 1-UCRANIA, 0
España: Casillas; Juanfran, Ramos, Piqué, Alba (Bernat, m. 78); Busquets, Koke, Isco, Iniesta (Cazorla, m. 73), Silva; y Morata (Pedro, m. 64). No utilizados: De Gea, Suárez, Bartra, Carvajal, Asenjo, Juanmi, Vitolo, Albiol y Cesc.
Ucrania: Pyatov; Fedetskiy, Khacheridi, Kucher, Shevchuk; Tymoshchuk, Stepanenko (Garmash, m. 75), Yarmolenko, Rotan, Konoplyanka; y Zozulya (Kravets, m. 31). No utilizados: Boyko, Rakitskiy, Bezus, Burda, Budkivsky, Rybka, Garmash, Gusev, Morozyuk, Oliynyk y Rybalka.
Gol: 1-0. M. 27. Morata.
Árbitro: Cüneyt Cakir (Turquía). Amonestó a Ramos, por España; y a Fedetskiy, Kravets y Kucher, por Ucrania.
Unos 31.000 aficionados en el Pizjuán.
Ángel del Riego