Desde el 1 de enero de 1959 han pasado 56 años y diez presidentes de Estados Unidos han ocupado la Casa Blanca. Más de medio siglo en el que la política de Estados Unidos ha chocado una y otra vez con una pequeña isla situada a tan solo noventa millas al sur de la costa de la Florida.
En pocos meses, un anuncio simultáneo desde Washington y La Habana ha terminado con el conflicto diplomático más largo de la historia moderna.
En la cumbre de Panamá, Raúl Castro -traje azul oscuro y semblante respetuoso- estrechó la mano de Barak Obama y sentenció que estaba dispuesto a hablar de todo con el que hasta ahora había sido el enemigo del norte. El anuncio de inminente apertura de embajadas de los dos países y la salida de Cuba de la lista de países vinculados con el terrorismo selló el pacto del nuevo status quo de América Latina.
Todo esto ha ocurrido en medio de una creciente crisis interna de Venezuela que había sustituido la tensión de Cuba con Estados Unidos por una crisis política entre Caracas y Venezuela que también ha entrado en el paquete de deshielo latinoamericano. Ahora se busca una solución para Venezuela.
En el legado del presidente Obama hay que incluir el final de este contencioso y los acuerdos con Irán que por sí solos ya justificarían dos mandatos presidenciales norteamericanos.
Mientras la empresas norteamericanas afilan sus inversiones en la pequeña isla del Caribe, los ciudadanos cubanos miran entre expectantes y sorprendidos el final de un conflicto que ha condicionado la vida de varias generaciones de cubanos. Los pequeños negocios que desde hace algún tiempo añaden alegría a la precaria economía cubana se preparan para la acogida de millones de turistas norteamericanos que todavía tienen prohibido por ley viajar a la isla del Caribe.
En el congreso de Estados Unidos, demócratas y republicanos estudian sus posiciones ante el inminente pero complejo proceso de deshacer el entramado de leyes tejidas durante más de cinco décadas para elaborar un embargo económico o bloqueo que tenía como objetivo derribar el régimen comunista cubano con el que ahora tendrán que coexistir.
España no ha tenido ningún papel en el proceso cubano en lo que es uno de los mayores fracasos de política exterior. El ex presidente Zapatero, aconsejado por el lobby económico que encabeza como asesor permanente Miguel Barroso, esposo de la diputada socialista Carme Chacón, se ha apresurado a visitar la isla. No como mandatario económico sino como aspirante a comisionista del pastel económico cubano.
A partir de ahora, después de la foto histórica de la cumbre de Panamá, en La Habana se trabaja duro para diseñar un plan que haga posible la existencia del único país comunista de occidente con la presión que sin duda realizarán las empresas norteamericanas que desean aprovechar las oportunidades de la que está llamada a ser la perla del turismo caribeño.
En algunos aspectos, la historia por su propia inercia, se ha colocado en la casilla de salida pero sesenta años después.
Carlos Carnicero