martes, noviembre 26, 2024
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Los bares de carretera

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Una de las experiencias de viajar por España es parar en un bar en ruta y sufrir la baja calidad de la mayoría de los establecimientos de carretera. No representan bien nuestro país, son mala publicidad para la tercera ‘potencia’ turística del mundo.

¿Cómo es posible que los bares de carretera, con excepciones muy contadas, sean cutres y sus aparcamientos, simples explanadas, no sean más que basura, polvo y abandono?

En las carreteras y autovías de Extremadura –sobre todo en ésta-, La Mancha, Andalucía y Levante esto llega a extremos. También sus edificios son bastante discutibles. Entre Badajoz y Madrid, en 400 kilómetros, sólo hay uno digno de parar, en Trujillo, sentido Madrid. En la de Andalucía, la A 4, habrá como mucho cinco lugares, en ida y otros cinco a la vuelta, donde se pueda parar hasta Sevilla. De Madrid a Alicante, dos. De Madrid a Zaragoza, quizá ninguno.

El trato al cliente, en general, es regular pues por definición somos aves de paso. Desayunar significa comprar un bollo envuelto en celofán, pura grasa trans, y tomar un café requemado, amargo, torrefactado hasta la incineración. Las barras, a menudo sin recoger, el suelo, lleno de restos, pues el poco personal está desbordado y la clientela, alentada por el desbarajuste, lo tira todo al suelo. Los servicios, siempre a medio limpiar o con urinarios estropeados. Eso, sí, siempre con varias televisiones atronando el lugar; eso no se les olvida.

Para compensar, en algunos venden productos de la tierra, como los curiosos ajos negros de Pedroñeras, en El Tizón, en el kilómetro 170 de la N IV, sentido norte.

Se supone que los establecimientos pertenecerán a algún término municipal, pero los Ayuntamientos se han desentendido, como se han desentendido de los puticlubs que abundan por estas regiones, a pie de carretera o autovía, que son una vergüenza (a ver si el blog La Mosca de ajuste trata el asunto). El viajero está a merced de estos bares, de estas ventas que en carácter y calidad parecen no haber cambiado mucho desde hace siglos. Pero ojalá fueran al menos parecidas a las que describe Cervantes, que por lo menos tendrían cierta pátina.

Y los responsables turísticos parece que se dedican a otra cosa, no van a ‘descender’ a algo tan trivial como a un bar de carretera (por cierto, ¿alguna vez habrán tenido que parar en uno?). Con todo el dinero que se gastan en publicidad… Y sin embargo, muchos turistas tienen tres impresiones iniciales de nuestro país: la policía en el aeropuerto, el taxi y los establecimientos del camino.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

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