En estos días de calor terrorífico, dos vertientes contrapuestas y enfrentadas de la actualidad más vibrante: la bandera de Cuba ondeando en su embajada en Whashington y la lista soberanistra aupada por CDC y ERC, por Mas y Junqueras. Dos vertientes poco conciliables de lo que deben ser las relaciones y las realidades políticas, ya sea en el plano internacional, nacional o ideológico. No se entiende bien que personajes como Obama y Castro puedan situarse tan por encima de los dos mencionados catalanes sin existir razones de peso para tan diferente comportamiento. Cuba y USA, 54 años después, que se dice pronto, más de medio siglo, deponiendo la interminable historia de un enfrentamiento que nunca debió iniciarse. Mas y Junqueras, 40 años después de la desaparición de Franco, tocando a rebato del suavemente denominado soberanismo catalán, lo que siempre se había llamado separatismo o secesionismo, que al parecer suenan muy mal a sus oídos. Obama y Raul Castro, tan alejados en el pensamiento y la ideología, han terminado por comprender que aquel enorme error histórico de la ruptura había que corregirlo ya sin más demoras. Mas y Junqueras, cinco siglos después de la unidad española, tratando de romperla.
Cinco siglos de unidad no se pueden quebrar por una intransigencia o muchas de la derecha y de otros sectores españoles.
Hasta hace dos o tres años, solo el partido de Junqueras sostenía de verdad, aunque en notable minoría, la bandera de la separación, apoyado por un pequeño porcentaje de la población de Cataluña. El partido de Mas, federado a Uniò, presidido por Pujol, pasó años y años militando en el puro catalanismo, colaborando abiertamente en todas las grandes y pequeñas empresas de calado español, incluso colaborando y apoyando parlamentariamente a los Gobiernos de Madrid, de derechas o de izquierdas… o de centro. Hasta que un mal día prendió la otra mecha. Por supuesto que una parte importante de la culpa es y fue del PP, por su intransigencia y sobre todo por su ofensiva contra aquel nuevo Estatut de Catalunya, que recurrió con éxito ante el Constitucional. Reconocer esa culpa no significa bendecir, ni mucho menos, el giro radical de los convergentes y del propio Mas y sus colaboradores. Cinco siglos de unidad no se pueden quebrar por una intransigencia o muchas de la derecha y de otros sectores españoles. Tiene razón Pablo Iglesias cuando dice que el resto de España lo que tiene que hacer es seducir a Cataluña. Claro, seducirla y no maltratarla. También eso es lo que hay que hacer pero de verdad y con inteligencia. ¿Vamos a ello?
Pedro Calvo Hernando