sábado, noviembre 23, 2024
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El pacto educativo y los otros

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Ciudadanos ha lanzado su proyecto de reforma educativa, bajo el lema «Pacto Nacional por la Educación», con la aspiración de que dure no una legislatura sino una generación. Proponen más iniciativas interesantes que novedosas, como la de un MIR para profesores, cierta autonomía de los centros para definir su perfil y seleccionar su profesorado, una asignatura de educación cívica, una escuela pública laica pero con estudio de las religiones, libros de texto comprados por los colegios y no por los padres, que estos pagarían si no se pueden reutilizar, un modelo dual de FP* Nada muy nuevo, pero mucho para debatir y, sobre todo, para pactar.

Ciudadanos ha lanzado su proyecto de reforma educativa, bajo el lema «Pacto Nacional por la Educación», con la aspiración de que dure no una legislatura sino una generación.

Les podríamos decir a los responsables de Ciudadanos que abandonen toda esperanza. Durante las cuatro últimas décadas nadie ha querido pactar nada en el terreno educativo -con alguna excepción bienintencionada como la de Ángel Gabilondo- y todos han querido imponer su modelo. Lo han hecho, por encima de todo el PSOE en España y Convergencia en Cataluña y los resultados son evidentes: un índice de fracaso escolar como en ningún otro país de Europa y una concienciación a través de la lengua que ha servido como ningún otro instrumento para la cohesión soberanista. Si no han querido pactar ninguno cuando podían, a partir de enero será mucho más difícil. Y, sin embargo, o se pacta o iremos a peor (Sí, se puede). Si queremos tener un país con futuro, hay que empezar por la educación y por el profesorado: a enseñar tienen que ir los mejores, tienen que tener autoridad y tienen que estar bien remunerados. Para cambiar la educación, hay que cambiar el profesorado y muchas más cosas. Eso vale para la Primaria, pero también para la Universidad, donde la endogamia y la autocomplacencia están poniendo en riesgo la propia esencia de la institución.

Pero el debate y el pacto educativo es sólo una parte del problema. El nuevo Parlamento tendrá que acometer otros muchos que unos no han querido hacer y otros no han dejado que se hagan: la justicia, la sanidad, la reforma de la Administración, las pensiones, la reforma fiscal, la política de empleo, la demográfica y familiar, la política energética…

Los políticos tienen un horizonte a cuatro años, si somos optimistas, y sólo hasta la siguiente convocatoria electoral, si somos realistas. Tampoco piensan más en eso que llamábamos «el bien común» que en los intereses del partido. ¿Acordar cómo queremos que sea la sanidad, la educación, la justicia dentro de diez o quince años es un imposible? Sólo los pueblos que miran a medio plazo son capaces de construir realidades que pervivan y que sirvan a los ciudadanos. Por eso me parece bien que Ciudadanos ponga sobre la mesa el debate educativo. Saquemos también los otros. Y busquemos los Pactos que permitan decir que esta es una sociedad madura, que nuestra clase política se merece el respeto de los ciudadanos y que importa más lo que es de todos que lo que algunos se quieren llevar crudo sólo para ellos. En el fondo soy un optimista irreductible.

Francisco Muro de Iscar

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