Sabino Cuadra sigue convencido de que subir a la tribuna del Congreso de Los Diputados y ponerse a romper hojas de la Constitución no es ninguna ofensa, sino libertad de expresión. A mí no me extraña, porque Sabino es de Amaiur y, no hace tanto, había bastantes que consideraban que pegarle un tiro en la nuca a un policía era otra forma de libertad de expresión. Es más, dado el cambio de actitud, si no me fueran a acusar de homófobo, casi podría convenir que al ciudadano Sabino Cuadra esto de acusarle de ofensa por romper papelicos en el Congreso le deben parecer mariconadas de gente que se la coge con papel de fumar, y escribo así en un intento de aproximarme al estilo que más le cuadra a Cuadra.
No alcanzo a calcular cuáles serán los límites de la libertad de expresión, al modo Cuadra, pero me imagino que subirse a la tribuna del Congreso y expeler una ventosidad, para su señoría constituirá una modalidad de libertad, ya no sé si de libertad intestinal o libertad de expresión, porque suele ser una grosería bastante expresiva.
Dado el amplio concepto que Sabino Cuadra tiene sobre la libertad de expresión, y su tolerancia ante los gestos de libertad individuales, me imagino que mearse sobre la ikurriña, o quemarla, será, asimismo, una de las muchas y variadas manifestaciones de la libertad de expresión. Los nacionalistas del nordeste decían eso de quemar retratos con la efigie del Rey: libertad de expresión.
Ignoro el grado de comprensión del Congreso de los Diputados, pero estoy seguro de que el ciudadano Cuadra NO se atreverá a arrancar hojas del Corán en el patio de una mezquita. Su arrojo, su valentía, se verán atemperadas por la cautela. Detrás de cada fanfarrón insolente casi siempre suele haber un pávido prudente.
Luis del Val