Mercedes Milá dice que está «decepcionada» con los concursantes de esta edición de 'Gran Hermano'. Las demás estamos asqueadas. Primero por ese analfabetismo galopante demostrado en la prueba cultural, la que su presentadora dice que no hubo que hacer porque no era necesario ridiculizarlos. Ahora, por sus charlas sobre sus intimidades sexuales que a ninguna nos interesan.
Se aburren tanto que quizás sólo les faltaba hablar de sexo, drogas y rock and roll. Como de lo segundo no pueden, porque entonces podría salir alguno antes de tiempo de la casa, y esposado, y de lo tercero quizás no tengan ni idea (si para ellos la capital de Asturias es Almería, Queen, para ellos «quin», sería el «rey de las camas», porque difícilmente alguno conocerá a su padre, al gran Anthony «Zorba» Quinn), no les quedó más remedio que lanzarse a fondo al primer apartado.
Marta confesó que le habían ofrecido 6.000 euros por aparecer en una web, se supone que en pelota picada. Habrá que ver en qué quedan los remilgos de ahora cuando salga e 'Interviú', por ejemplo, le proponga hacer lo propio en sus páginas. Es de suponer que con unos cuántos billetitos más el nudismo le parecerá una práctica que habría que institucionalizar.
Carolina admitió que a su novio le habían propuesto hacer una película X, como si fuera su representante y ya estuviera vendiendo su presencia en los platós para contar si lo hizo, si no lo hizo y los porqués. Vamos, lo más de lo más.
Por su parte, Suso desveló que una señora mayor le había ofrecido mucho dinero por ser su chico de compañía y que lo había rechazado porque no le faltaba de nada, «tengo mi moto, un techo y a mi familia. Sería como desnudar mi personalidad». Seguro. Como si estar en esa casa, rodeado de cámaras, no fuera peor.
Alguno de sus compañeros, viendo lo que les espera en esta vida, le hicieron ver que tampoco estaba mal pasear a otra «miss Daisy» a cambio de tanto dinero, sobre todo teniendo en cuenta que el trato no incluía nada sexual.
Quizás reconociendo su error, Suso cambió de tercio y, después de pedirle a Marta que moviese el culo «como una canaria», admitió que, durante las primeras semanas de concurso «me corrí en los calzoncillos. Se me escapaba todo». El chico no sabrá cuál es el país de la Torre de Pisa, ni el color de la esperanza, ni cuál es la ciudad de los rascacielos, pero se ve que tiene educación y modales. Le faltó decirlo mientras se llevaba la mano al paquete o se tiraba un cuesco.
Mucho más interesante, dónde va a parar, fue la confesión de Marta de que sus pechos operados pesaban 140 gramos cada uno. Era la información que me faltaba para irme tranquila a la cama.
La mosca