Dos meses es mucho tiempo en un país paralizado por la cita electoral. El Gobierno inaugura; Rajoy hace paellas en el feudo valenciano que está en peligro. Pedro Sánchez busca en el fondo de la chistera para redondear un programa electoral que rasque el voto perdido. Albert Rivera es prudente para no actuar sobre las expectativas que pueden ser un boomerang. Y Podemos, ahora en baja, trata de equilibrar sus defectos, sus aristas, para recuperar la ilusión perdida.
Y, mientras tanto, la gestión de los asuntos públicos está paralizada en Cataluña. El lodo de la corrupción sigue subiendo de nivel desde las sentinas de Convergencia Democrática de Cataluña. El secesionismo está herido por el hedor insoportable de las tramas de corrupción que salpican a los dos presidentes nacionalistas que ha tenido Cataluña en democracia.
Con los documentos incautados en las últimas redadas a empresarios y funcionarios públicos de la Generalitat podremos conocer en las próximas semanas detalles que terminarán con la carrera política de Artur Mas. Es casi metafísicamente imposible que la CUP, anticapitalista y antisistema que ha tenido la bandera de lucha contra la corrupción como eje de sus resultados electorales, conceda la investidura a Artur Mas. Y no creo que sea posible una candidatura independentista unitaria el 20-D porque la contaminación de la corrupción de Convergencia no puede obviarse ni con la bandera del patriotismo de billetera.
España está paralizada por demasiadas incertidumbres. El 20-D cambiará el modelo político español donde se acaba el bipartidismo y será complicado construir mayorías de gobierno.
En política, demasiado tiempo es peor que tiempo escaso. Porque las cartas ya están echadas y se pueden recalentar en esta espera de dos meses.
Nadie se atreve a hacer un vaticinio pero hay algunas evidencias. Mariano Rajoy, sin carisma, con el partido deprimido y sin tiempos para cambios, tiene muy complicada la recuperación de votos que le permita un resultado aceptable. El fantasma del desastre le sigue de cerca.
Las apuestas más interesantes circulan alrededor del tirón final de Albert Rivera y si es capaz del sorpasso que le permita la hegemonía del centro político.
Pedro Sánchez sigue en liderazgo vigilado. Si no puede formar gobierno, será el secretario general que menos tiempo ha ocupado su cargo.
En cuanto a Podemos, tiene el estigma de estar pasado de moda. Ya no vende la coleta y la camisa de cuadros. Y el personaje irrita cuando aparece en la televisión que le dio la vida.
Tenemos que tener paciencia. Dos meses son largos, pero no nos queda otra que esperar.
Carlos Carnicero