En los desayunos de Europa Press el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, dijo este martes a Javier García Vila que la Constitución de 1978 está llena de goteras pero eso no significa que haya que echar la casa abajo. Un impulso reconstituyente, no constituyente, compartido por los cuatro aspirantes creíbles a la Moncloa (PP, PSOE, Cs y Ps), solos o en compañía de otros.
Las dudas se han desvanecido respecto al partido de Pablo M. Iglesias, inicialmente predispuesto a la demolición. Ahí ya no se habla con aquel desdén fundacional del «régimen del 78». Y su «empoderamiento de la gente» viene a ser lo que para Cayo Lara sería la sociedad sin clases. El borrador del programa se somete a votación de los militantes a partir del sábado. No es una enmienda a la totalidad del pacto del 78, como eran sus clarinazos iniciales, tales como el impago de la deuda, la querencia republicana o la nacionalización de la banca.
La única propuesta de borrón y cuenta nueva, por implosión, la plantea desde dentro del Estado el nacionalismo catalán desde las mismas instituciones autonómicas. Pero, aparte de ese brote sedicioso de incierto desenlace, los cuatro primeros partidos de ámbito nacional han elegido la vía reformista como método para afrontar la fatiga de materiales que aqueja a la Constitución, cuyas bases jurídico-políticas alumbraron el periodo más fecundo de la historia de España en términos de paz, libertad y progreso. Ese reconocimiento expreso figura en los planes anunciados tanto por Ciudadanos como por el PSOE. Ambos reivindican la transición y el pacto del 78 como punto de partida para proceder a reparar las goteras de una Constitución cansada.
Nada de demolición. Lo verbalizó Albert Rivera, presidente de Podemos, en el desayuno informativo del martes pasado. Y lo dejó claro el líder de los socialistas, Pedro Sánchez, la semana pasada, cuando presentó en sociedad su propuesta de reforma parcial de la Constitución del 78, a fin de adaptarla a la España del siglo XXI. Partiendo de dos premisas. Una, reivindicación del pacto de la transición que forjó un efectivo resorte de progreso y marco de convivencia. Y otra, que la reforma ha de ser pactada con las principales fuerzas políticas y apoyada por una mayoría social. «En ningún caso queremos hacer una reforma de partido», declara el portavoz parlamentario, Antonio Hernando.
Hasta ahora el Gobierno Rajoy y su partido, el PP, habían emitido el mensaje de que no estaban interesados en afrontar un proceso de reforma constitucional sin saber de qué, para qué, cuándo y con quién. Pero este martes supimos por la Prensa que el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, guarda en un cajón un proyecto de reforma de la Constitución, «para cuando el presidente del Gobierno la pida». Bienvenido al club reformista de nuestro querido texto constitucional. Junto al conflicto catalán, será el otro gran vector electoral de la campaña del 20-D.
Antonio Casado