En campaña electoral más vale andarse con tiento y no entrar en profundidades, mejor centrarse en las propuestas programáticas y punto. Y en campaña electoral más vale también hacer un repaso a los comentarios antiguos lanzados en la red, no vayan a aparecer “perlas” que pueden ser utilizadas en contra, como ha ocurrido con Marta Rivera, escritora y número 3 de Ciudadanos por Madrid, que se ha metido en un buen lío con su tuit sobre el holocausto. En seco, sin que se pueda percibir el tono irónico en una frase tan obligadamente medida, un tuit puede hundir una carrera política y hacer un roto al partido de moda. Por no hablar de la metedura de pata de Albert Rivera con su propuesta de sanciones en el penoso capítulo de la violencia de género. El rechazo ha sido unánime. Eso sucede por meterse en camisa de once varas en lugar de centrarse en lo que hay que centrarse.
Rajoy sabe de campañas. Fue quien dirigió las campañas de Aznar que le dieron la presidencia del gobierno, aunque él se puso en manos, cuando le llegó el turno, de Pío García Escudero, Ana Mato y, ahora, Jorge Moragas. Pero el instinto lo mantiene y sabía muy bien qué hacía cuando no quiso enfrentarse a Sánchez, Rivera e Iglesias. Solo aparecer junto a los tres jóvenes con su edad y su barba canosa, ya suponía una desventaja. Aunque luego pudiera apabullarles con los datos que solo se manejan con soltura cuando se dirige un gobierno. Como tuvo también olfato, además de los consejos de Viri, cuando acudió a la casa de Bertín Osborne.
Dicho lo cual, las campañas apenas mueven un puñado de votos. En eso coinciden los expertos, como coinciden en asegurar que los indecisos no son tantos como recogen los sondeos. Lo que ocurre es que cantidad de personas responden con el socorrido “aún no lo sé” cuando son abordadas por alguien con unas hojas en las que va apuntando de sus respuestas, y del que se fían lo justo a pesar de que les garantiza confidencialidad.
Después del llamado debate decisivo, que sin duda alguna interesó como demuestra la considerable audiencia, tenemos este lunes a Rajoy y Sánchez jugándose el tipo. Lo que toda la vida se llamó un cara a cara, y que efectivamente va a ser un enfrentamiento en toda regla entre el presidente de gobierno y el líder de la oposición.
En este tipo de acontecimientos el papel más difícil corresponde al presidente de gobierno porque tiene más que perder, mientras que el líder de la oposición arriesga todo lo que puede y más para ver si así consigue ganar terreno.
En este tipo de acontecimientos el papel más difícil corresponde al presidente de gobierno porque tiene más que perder
Rajoy, según su gente, en ningún momento habla de sí mismo como futuro presidente de gobierno, consciente de que tendrían que darse circunstancias muy favorables para seguir siéndolo. Ya en el 2011, cuando era absolutamente seguro que el PP arrollaría, tampoco Rajoy cometió el error, o el acto de vanidad, de pronunciarse como si la victoria estuviera cantada. Pedro Sánchez sin embargo hace como los boxeadores, que siempre se refieren a sí mismos como triunfadores. Pero, explica uno de sus colaboradores, es que Sánchez está absolutamente convencido de que va a gobernar, no cree las encuestas que se empeñan en el resultado adverso.
Los periodistas que andan/andamos estos días pulsando lo que se cuece en los partidos, encuentran noticias interesantes, alguna de ellas incluso asombrosas.
Hace ya tiempo que por el PP corre la especie de que años atrás un conocido economista se ofreció a Rajoy para formar parte de su gobierno, esgrimiendo su exitoso curriculum como argumento sólido para ser tenido en cuenta. Rajoy le respondió que le agradecía su disposición a colaborar con él pero que tenía su equipo formado, y que no entraba en sus planes modificarlo. Hace poco, comentando esta historia con un destacado socialista, cortó el relato: “¿A Rajoy? Pues a Zapatero también se ofreció”.
Se dice el pecado pero no el pecador.
Pilar Cernuda