domingo, noviembre 24, 2024
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Las tetas sobadas de la Milá

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Que la den un catre y se revuelque con todos. Mercedes Milá sigue más caliente que el palo de un churrero y parece que no tiene a nadie que le quite ese sofoco. La mujer ya da hasta pena. Si no fuera porque ha dejado claro que no le van las tías, una hasta se pensaría, en esta época en la que la caridad cristiana aflora, en poder hacerla feliz. 

«¿Quién le echa huevos de todos los concursantes y me toca las tetas?«. Sí, como lo oyen, esa frase salió en plena gala de la boca de la presentadora de Gran Hermano. Una no sabe si quedarse con lo de «quién le echa huevos», como si sus senos fueran dos bombas-lapas que tuvieran que desactivar los valientes que dieran un paso al frente, o con lo de que se las tocaran, como la que pide que le den la hora. 

Y encima no se conformaba con cualquier tocamiento, «eso no es tocar las tetas«, le dijo a un Suso que terminó justificando su 'incapacidad' con un «ha sido con respeto, por si luego te va a gustar y estás todo el rato por aquí diciendo mi nombre». Modesto, él. Pendón, ella, y no el de Castilla precisamente. 

Ella quería directamente magreo, y a eso se fueron aplicando sucesivamente Ricky, Muti y Vera, negándose Enrique, demostrando el médico que de algo tiene que servir tener una carrera, pese a que Mercedes intentó provocarle para que lo hiciera, «el médico no se atreve«.

Sí lo hubieran hecho muchos de los hombres presentes entre el público de haberles dejado, y los cámaras o los de realización, o los camareros de la cafetería de Telecinco, o los chóferes que llevaban a los expulsados, o todo bicho viviente en un kilómetro a la redonda, porque a buen seguro que por la presentadora no habría habido problema alguno en la operación. 

Es más, para que no hubiera distinción de sexos, después dio a probar sus senos a las concursantes, y por ahí pasaron las manos de Marina, Maite y compañía, mientras ella iba haciendo lo propio con las tetas de todas ellas, para poder comparar. 

Detalles tan necesarios para la audiencia como «tú tienes noventa y yo cien«, fueron quedando al descubierto gracias a la locuacidad de la presentadora, que terminó mostrando su disgusto porque los espectadores no pudieran ver en directo lo que se estaban perdiendo, «me han cerrado mucho la chaqueta porque si no me abría todo«.

¿Todo? Aquello empezaba a ser ya un prototipo de película porno de maduritas, porque no había un espectador salidorro que no creyera a pie juntillas sus palabras, después de aquellas exhibiciones que dio de ropa interior en otras ediciones. 

Parecía que la tortura psicológica a la que nos sometía a las personas 'normales' no iba a terminar nunca, porque ella seguía a lo suyo y se estiraba la chaqueta para que algunos concursantes pudieran ver su sujetador, «mira qué monada«.

Afortunadamente ella misma se dio cuenta, «mi madre diría que cómo se puede ser tan ordinaria», y dejó para después del programa lo de desahogarse. Ya había tenido bastantes tocamientos por una noche. Y nosotras suficientes escenas para borrar de la memoria. Esto no está pagado.

 

La mosca

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