Ahora mismo, solo si el PP decidiera postular a otro líder para la presidencia de gobierno que no fuera Mariano Rajoy podría conseguirse que Ciudadanos votara a favor y PSOE se abstuviera. No sería fácil, pero sí la única posibilidad. Pero parece que Mariano Rajoy no está dispuesto en absoluto a entregar su cabeza como precio de evitar las elecciones.
Las elecciones están ya virtualmente convocadas. Los estudios demoscópicos no aclaran quien será señalado como culpable, pero sí que una nueva convocatoria es interpretada como un fracaso de la clase dirigente. Además, los indicios son que el resultado será parecido al actual, con el añadido de una mayor abstención.
Pedro Sánchez ha tenido una primera fase en la que la exposición mediática le ha consagrado como líder. Está por ver si su obstinación en conseguir un acuerdo a tres, con Ciudadanos y Podemos, no ha terminado por desgastarle. La maquinaria de Podemos, menos permeable a los medios tradicionales y con mucha influencia en las redes, trata de demostrar que ellos son la víctima de esta negociación fallida. Todos los demás le señalan como culpable.
Mariano Rajoy solo hace declaraciones. Hasta la fecha no se ha molestado siquiera en formular una propuesta de programa de gobierno dirigida a Ciudadanos y que además buscase una abstención socialista.
Rajoy no se ha molestado siquiera en formular una propuesta de programa de gobierno dirigida a Ciudadanos
Tampoco hay consenso en el peso que tendrá sobre el culpable de las elecciones en las elecciones futuras. Las últimas encuestas publicadas estiman solidez en el voto del Partido Popular y un grado de incertidumbre en los apoyos a los demás partidos.
No es fácil determinar el papel del cansancio que una larga campaña electoral de hecho, desde el 2 de mayo al 26 de junio, podría tener sobre el electorado.
Los pronósticos son difíciles y los márgenes de variación sin ser importantes podrían determinar una precaria mayoría de la suma de PP y Ciudadanos.
Al final, una solución que nadie quería en forma de nuevas elecciones, demuestra que alguno o varios de los agentes políticos no han tenido nunca voluntad de llegar a un acuerdo.
En esta primera experiencia de la democracia española de constituir una mayoría a partir de la fragmentación del electorado, no cabe duda de que la clase política ha suspendido.
Carlos Carnicero