«Nuevas medidas basadas en las propuestas de Podemos». Así se llama el documento difundido este domingo por los servicios de Prensa del PSOE para general conocimiento y prueba de buena fe socialista en resolver por la izquierda el reto de la gobernabilidad. De ese modo se da por cumplido el compromiso adquirido en la mesa negociadora «a tres» de tomarse en serio las «20 cesiones» de Podemos, tal y como las presentó su líder en la fallida cita del jueves pasado.
Al día siguiente los socialistas constataron con sorpresa que, antes de recibir la respuesta a esos 20 puntos de Podemos y de constatar que encajaban en al menos 140 de los 200 puntos del pacto previo PSOE-Ciudadanos, «rompisteis unilateralmente cualquier posibilidad de negociación». Todo lo cual queda perfectamente ilustrado en las ocho páginas del ya inútil documento socialista distribuido el domingo, donde se trata de demostrar que el nivel de coincidencias era prácticamente del 100 % en materias como Educación, Sanidad, Regeneración Democrática y lucha contra la corrupción, Y de un 70% en el resto de asuntos. Sólo dos puntos de discrepancia abierta: el referéndum catalán y la composición de un futuro Gobierno presidido por Sánchez.
Al otro lado de la barricada dialéctica tampoco Podemos pierde la ocasión de justificar su portazo después de haber pregonado su voluntad dejarse la piel -fue la expresión utilizada por Iglesias- por desbloquear la situación. Nada de un largo párrafo de excusas. Simplemente un «nosotros no nos vamos a vender, porque no somos como ellos», como corresponde al estilo palabrero de estos «impacientes aprendices» (en lúcida valoración del actor José Sacristán), todavía liderados por ese impaciente meritorio del chavismo-leninismo que ve al resto de partidos como servidores de la oligarquía y «adversarios de la gente».
De ahí la nada velada acusación socialista contra Pablo Manuel Iglesias por preferir la continuidad de Rajoy en la Moncloa.
Lo que uno no acaba de entender en estas circunstancias es el rasgado público de vestiduras del PSOE como reacción al portazo de Podemos. Solo se explica a la luz de los posicionamientos de pre-campaña que se detectan en quienes ya dan por inevitable una nueva llamada a las urnas. Es lo que hay después de fracasar la vía del centro-izquierda. Todos los partidos tienen necesidad de endosar a otros la culpa de una repetición de elecciones o, en su caso, la de apostar por el continuismo del PP. De ahí la nada velada acusación socialista contra Pablo Manuel Iglesias por preferir la continuidad de Rajoy en la Moncloa.
Ahora toca explorar la vía del centro-derecha contando con el PSOE en razón de su alianza con Ciudadanos. De momento, se muestra abierto a dialogar en temas de Estado, no a facilitar un Gobierno del PP, ni con Rajoy ni sin él, por mandato de «cambio» de sus votantes y del Comité Federal del PSOE. Pero algunos seguimos creyendo que eso es revisable en nombre del interés general, lo cual no pasa por la entrada del PSOE en un Gobierno del PP pero sí por la «neutralidad» socialista en la investidura de un candidato del partido que ganó las elecciones.
Antonio Casado