Levantarse cada mañana supone para muchas personas un esfuerzo titánico. No saben como van a poder hacer frente al pago de la luz, de la hipoteca, del agua, del IBI, del colegio de los niños o de la ayuda a los hijos o los padres. No son los únicos, incluso los hay que con un salario decente no saben como solucionar otro tipo de problemas como pueden ser la salud, la angustia de ver como su calidad de vida ha dado un giro de ciento ochenta grados, problemas todos derivados de la crisis e incluso de la guerra. Ha leído bien de la guerra, de esa que tiene lugar en pleno corazón de Europa y a la que asistimos impotentes, sin poder hacer nada, o casi nada, después de que los líderes europeos hayan decidido abandonar a su suerte a quiénes huyen del horror y de la muerte. Imágenes que día tras día nos ofrecen los informativos de las distintas cadenas de televisión y que difícilmente se pueden contemplar sin sentir un estremecimiento, el horror de pensar que cualquiera de esas familias que desembarcan en las playas de Grecia o de Italia, hace tan solo dos años, tres máximo, vivían como usted y como yo.
Incluso que podríamos ser cualquiera de nosotros si hubiéramos tenido la mala fortuna de encontrarnos en medio de la sinrazón.
Y sin embargo, siendo eso grave, también lo es lo que esta ocurriendo en nuestro país, donde no hay día que no asistamos a la detención de un exbanquero, de un alcalde, de un presidente de la diputación, de un ex presidente de la Generalitat, acusado de haberse enriquecido él y su familia a través de negocios fraudulentos. Un fenómeno que no por conocido deja de sorprendernos. Me estoy refiriendo a la corrupción. Esa lacra que por lo que estamos viendo ha logrado meterse en el tejido social de nuestra sociedad hasta pudrir sus cimientos.
Me pregunto, cómo es posible que nadie se diera cuenta de lo que estaba ocurriendo. Y si se la dieron, por qué no lo denunciaron ante la justicia o tomaron drásticas medidas que les inhabilitara ejercer de por vida cualquier cargo publico. Sencillamente porque hay mucho estómago agradecido, y una falta absoluta de moral, de solidaridad, teniendo en cuenta que la mayor parte de ese dinero que con tanta alegría han gastado y robado, sale de los bolsillos de los sufridos contribuyentes. De esas gentes que cuando dejan de pagar su hipoteca les embargan la casa o les desahucian sin mirar que tengo niños pequeños o personas mayores a su cargo.
Hay mucho estómago agradecido, y una falta absoluta de moral, de solidaridad
No es demagogia, lo demagógico es que todavía haya gente que les disculpa, que les justifica, que les vota, e incluso que les ríe las gracias. Todos sabemos que hay personas que están convencidas de que España es un cortijo que les pertenece, de que si son los suyos quienes se llevan el dinero a un paraíso fiscal lo justifican diciendo que cualquiera en sus mismas circunstancias haría lo mismo. Quiero pensar que son los menos, o no, debido a que la crisis nos ha puesto ante un espejo que nos devuelve una imagen muy pobre de nuestro país y de sus gentes. De ahí que sean cada vez más numerosos los ciudadanos que exigen más transparencias en las cuentas públicas, que exigen saber como se gastan el dinero y con quién, si lo que debía ir a servicios sociales tan necesarios como la salud o la educación, no se va por el sumidero de lo privado.
Falta ahora que los representantes políticos tomen conciencia de la gravedad de la situación, de que quien la hace la paga. De lo contrario corren el riesgo de que el desencanto arraigue tanto entre los ciudadanos que la mayoría de sus formaciones políticas desaparezcan, y ellos se vayan de patitas a la calle.
Rosa Villacastín