Ahora que todo el mundo sabe lo que es la UDEF, incluido el ex honorable Pujol -«¿Qué coño es eso de la UDEF?»- y que han dado pruebas de contundente eficacia, resulta sorprendente que los que parecían los más listillos de la clase, sigan cayendo como pichones. Pero todavía llama más la atención la defensa heroica que los compañeros del pillo suelen hacer de él, a pesar de las trapacerías evidentes con las que suelen reaccionar tras la imputación, y sus constantes intentos de marear la perdiz periodística.
Por la mañana, llenos de ardor, dicen lo de la contundencia contra los corruptos, pero por la tarde se suele ablandar el ánimo, y comienza el despeje a «todavía no tenemos información», «veremos lo que dice el juez», «en estos delicados asuntos conviene no precipitarse». Los hay más aguerridos que se manifiestan dispuestos a poner la mano en el fuego por el imputado, y menos mal que es una metáfora, porque la sección de quemados de los hospitales no iba a dar abasto.
Esa renuencia a castigar a los corruptos y dejarlos fuera del partido podría deberse a falta de banquillo
Resulta todo tan extraño que comienzo a albergar la sospecha de que esa renuencia a castigar a los corruptos y dejarlos fuera del partido podría deberse a falta de banquillo, es decir, a la terrible realidad de que los que se dejan corromper son los más preparados y, si se hace una limpia, queda un reducido grupo de militantes honestos y preparados y, juntos a ellos, un amplio ejército, abundante en número, pero repleto de incapaces, o sea gente buena para pegar carteles y acudir a los mítines, y meter sobres en las papeletas, pero con nula capacidad de liderazgo. Sería una realidad desoladora, pero es la única forma de comprender este espectáculo insólito en el que la corrupción les va devorando, mientras los jefes se quejan de que las termitas les destruyen y, a la vez, les proporcionan serrín, porque las otras termitas, las tontas, no comen, pero tampoco sirven para nada.
Luis del Val