Los valores que iluminaron la transición sufren hoy un ataque constante y feroz desde muchos frentes. Los principios de concordia, entendimiento en cuestiones básicas por encima de las siglas, la superación del odio entre hermanos que estaba en el terrible origen de conflictos que la sociedad española quería olvidar, el respeto al contrario por encima de la discusión política, los objetivos como país, el europeísmo, la vocación atlántica, la pertenencia a un espacio cultural occidental y democrático, todo está cuestionado. Para mal.
Afirmo que para mal con verdadera tristeza porque todo esa puesta en cuestión no genera un país más justo ni mejor. Al contrario, la búsqueda de la destrucción del contrario sin reparar en medios, la resurrección del peor pasado como referente que no puede ser referente, la puesta en duda de la Unión Europea, el alejamiento de nuestras democracias vecinas, el recurso al populismo más barato y más destructivo están generando desconfianza en el ciudadano a cambio de nada.
Espero que todo sea una epidemia pasajera provocada por la terrible crisis. Lo deseo. Y también el que todos nos pongamos a restaurar la razón y la sensatez entre los que fueron y siguen siendo pilares de la transición y del posterior desarrollo de nuestra democracia.
No se puede ni se debe olvidar que los últimos cuarenta años han sido el periodo más próspero, más justo, con mayor avance de las clases medias, con grandes mejoras en Sanidad y Educación, con un enorme avance en el número de personas que son pequeños propietarios o pequeños accionistas y que han podido proporcionar a sus hijos mejor preparación para la vida de la que ellos tuvieron. Todo esto son realidades incuestionables y lo presidieron gobiernos democráticos de uno y otro signo gracias entre otras cosas del respeto a los valores de la transición que proporcionaban un medio político que permitió los avances y que antes no se había conocido.
Es cierto también que la composición del actual arco político resultante de las últimas elecciones dificulta las soluciones y puede invitar a olvidarse de cosas esenciales en función de pactos aritméticos, que no políticos ni de gobierno. Espero que no sea así. Cuando se rompen cosas de materiales delicados, su recomposición puede ser imposible. Estoy seguro de que esto lo saben muchas personas importantes en los partidos que han gobernado democráticamente España.
Si vamos a unas nuevas elecciones, sea cual sea el resultado, la concordia y el entendimiento tienen que volver a presidir las relaciones políticas esenciales y de interés nacional. Eso ahora está muy dañado y no debe ser así.
Que se entiendan los que se deben entender debe ser el objetivo del día después, recuperar el clima democrático y ponernos juntos a superar la crisis es una demanda de la mayoría silenciosa no explicita pero que está en el inconsciente colectivo democrático.
España ha vivido un periodo brillante en las cuatro últimas décadas hasta tal punto que es muy probable que en los próximos dos años adelantemos en PIB per cápita a la propia Italia. Se han conseguido metas importantísimas como el ingreso de la Unión Europea. Nos quedan muchas más metas, muchos caminos que recorrer y tenemos que hacerlo como lo hemos hecho cuando las cosas han salido bien. Recuperemos la concordia, el respeto y la conciencia de que para muchas cosas debemos tomar las decisiones por encima de los intereses coyunturales partidistas. Esto sí que se puede. Y se debe.
Juan Soler
Senador de España
Juan Soler