Cuatro meses después del 20D, finalmente, sabemos que volverán a repetirse las elecciones. Son 131 días que a los ciudadanos les han parecido una eternidad, ya que nunca el debate político ha estado tan presente en las cocinas y en los salones de los españoles, en las reuniones familiares, en los cafés de trabajo, y durante las cañas domingueras entre amigos.
La obligada parálisis a la que se ha visto abocado el gobierno al estar el funciones, en un momento en el que nuestro país comienza de nuevo a despegar, soltando las amarras de la crisis que generosamente nos regaló el gobierno socialista de Zapatero, puede ocasionar un daño gravísimo a nuestra economía y a nuestra relanzada imagen internacional, elevando a la enésima potencia cualquier tipo de lastre asido a ese “cordón sanitario” que tanto el PSOE como Ciudadanos han trazado entorno al Partido Popular; recordemos, nuevamente, que el PP fue el partido más votado en las pasadas elecciones generales, respaldado por más de 7 millones de votos en las urnas. De Podemos, mejor no hablar….
Son ya 131 días de sainetes, “postureo”, foto-posados, pactos de humo, y humo pactado. Y ahora, son los ciudadanos quienes deben asumir el coste del fracaso de esas conversaciones representadas en ese circo de tres pistas en las que Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias, se lanzaban cuerdas de manera improvisada y descoordinada, tratando de atar un acuerdo de gobierno y, logrando, por el contrario, ahorcar los frenéticos intentos de alcanzar pactos… Y es que difícilmente se puede llegar a un consenso entre quienes practican el juego de la silla (en este caso, del sillón) y se hacen trampas mutuamente, tratando de sentarse, sin ningún tipo de disimulo, mientras sigue sonando la música.
El apasionado “romance político” a tres bandas, protagonizado por Pedro Sánchez, no ha sido nada más que un trasnochado baile de alcobas
Es inconcebible e indignantemente impropio de un país democráticamente consolidado y moderno, que no se haya podido alcanzar esa gran coalición de gobierno que proponía el Partido Popular, integrada por los tres grupos constitucionalistas más votados (PP, PSOE y Ciudadanos). Pero la cuestión más grave no es el hecho de que no se haya llegado a ese gran acuerdo por discrepancia de pareceres e incompatibilidades políticas insalvables, sino porque, simplemente, ni PSOE ni Ciudadanos, han querido “tomarse la molestia” de sentarse a hablar con el presidente, en funciones, Mariano Rajoy.
El apasionado “romance político” a tres bandas, protagonizado por Pedro Sánchez, no ha sido nada más que un trasnochado baile de alcobas, en el que el líder del PSOE ha coqueteado a su diestra y a su siniestra, tratando de buscar el favor político tanto de Rivera como de Iglesias, aunque ello le supusiera renunciar a principios democráticos y éticos fundamentales.
Y entretanto, van transcurriendo los días, y el bloqueo perpetrado por el PSOE y Ciudadanos, al Partido Popular, ganador de las elecciones –insisto-, han dejado a España con una imagen ciertamente denostada ante la opinión pública internacional, que entiende que nuestro país adolece de estabilidad y, por tanto, hemos dejado de ser atractivos para muchos inversores que han decidido invertir en otros lugares; propiciando una situación que no nos podemos permitir, ya que perjudica seriamente el enriquecimiento de nuestro tejido empresarial, y va en contra de la dinamización de la economía y de la creación de empleo.
Y, en todo este escenario, a mi juicio, solo ha habido un partido responsable y coherente en la defensa de sus ideas y valores, que no ha vendido al mejor postor. Un partido que se ofreció a hablar con los demás grupos, desde el primer día, y que a pesar de las negativas que ha encontrado para entablar conversaciones, ha mantenido las puertas abiertas al diálogo, en todo momento. Un partido que ha seguido gobernando “en funciones” en aquellos asuntos que apremiaban con urgencia una respuesta seria y eficiente, principalmente, en el contexto europeo.
El Partido Popular ha sido leal a España, ya que ha sabido anteponer un gran acuerdo de interés común a intereses partidistas. Mientras, PSOE, Ciudadanos y Podemos han demostrado que su única pasión era acceder al sillón de la presidencia de un gobierno excluyente.
Pasión, traición, presunta fraternidad… son los ingredientes de esta particular historia que presenta muchas similitudes con aquellas “Leyendas de Pasión” y que escribió Jim Harrison, y que se han ganado, ciertamente, a lo largo de estos 131 días, el apelativo de “leyenda”: nunca antes, en la historia de España, se había hecho necesario repetir unos comicios. Lo que nos quedará por ver…
Borja Gutiérrez