Que conste que no lo he dicho yo. Ni ustedes, por mucho que hayan pensado siempre, desde el primer minuto, que lo son. Ellas, y unas cuantas o cuantos más. Ellas mismas se insultan y lo mismo se llaman «guarras» que «gillipollas». ¿Pero por qué se sienten entonces ofendidas?
Diecisiete ediciones de Gran Hermano no deben ser suficientes para la audiencia del reality, porque de lo contrario nadie lo vería y Telecinco no lo emitiría. A una ya le cansa. La vulgaridad es cansina. La chabacanería, aburre. Y de todo ello está esa casa llena, y no sólo en esta última entrega.
Ahora han sido Montse y Adara, como antes fue Bárbara o más tarde será cualquiera de los otros miembros de esa tropa con la que ni 'El sargento de Hierro' Eastwood lograría hacer un pelotón no ya para pelear en Siria sino para desfilar en la fiesta del 12 de Octubre. Ni uno de los hombres de la patrulla del capitán John Miller ('Salvar al soldado Ryan'), daría ni una bala por cualquiera de ellos.
Montse a Adara: «Eres una marrana». Adara a Montse: «La única marrana eres tu, que sólo sueltas guarradas, sólo tienes guarradas en la cabeza». Conversaciones como ésta, sin duda propias de la RAE, animan a la audiencia, que se da cuenta de que el diálogo en sí está más trabajado que cualquiera de los guiones de 'Los Soprano'.
Es oír esas cosas y ponerse en funcionamiento el intelecto del telespectador, del inteligente, por supuesto. «Ah, es que cuando se llaman marrana una lo hace porque no le gusta limpiar y la otra porque sólo piensa en lo único, en el sexo». ¿Ven cómo discurre el personal? Para que luego digan que Gran Hermano es para tontos o personas insatisfechas con su vida personal.
Adara a Montse: «Eres falsa y bipolar». Montse a Adara: «¿Pero tú sabes lo que es bipolar?». ¿Y tú, Montse, tú sí lo sabes? Es que esta gente no para de sorprenderme. Ya lo decía mi mamá mosca, «a la cama no te irás sin aprender una cosa más».
Claro que la mejor frase todavía no se había pronunciado. Montse a Adara: «Lo digo porque lo pienso, y vengo aquí y me meo y vas y lo pisas encima». ¿Perdón? Analicemos: Primero, 'lo digo porque lo pien… ¿qué?'. Permíteme que lo dude. Segundo, «y vengo aquí y me meo y vas y lo pisas». Qué mal hizo Mercedes Milá con lo de que se meaba en la ducha. Ahora la gente ya se mea hasta en los salones de las casas y encima van otras y, según las primeras, disfrutan pisándolo como la niña de cinco años que se lo pasa pipa pisando un charco de agua en la calle. Seguro que Montse mezcló programas y se acordó de José Mota y su «y ahora vas, y lo cascas».
Como para no contar lo que le terminó diciendo Adara a Montse: «Eres vulgar y chabacana… siempre dices gilipolleces». Qué fina la chica, qué elegante. Y lo dice como si ella fuera Pericles, Demóstenes, Castelar, Cánovas o Unamuno. Seguro que le suenan a chino todos estos nombres. Como a mí los de todos los de la casa. Por eso siempre me olvido tan pronto de ellos.
La mosca