El caso Gürtel no es igual según lo cuenta.
Todos disparan contra la sede de la calle Génova, pero mientras Bárcenas tiene entre ceja y ceja a Cospedal primero y a Rajoy después, por ese orden, Francisco Correa pone más el acento en el equipo anterior, e incluso ha hecho un favor a Rajoy al explicar que cuando Aznar fue sustituido por Rajoy, al actual presidente en funciones le faltó tiempo para deshacerse de quien era brazo derecho de Correa, el entonces secretario de organización del PP gallego, Pablo Crespo.
Pero hay más: Correa ha explicado cómo se funcionaba entonces en el ambiente político empresarial, los regalos como fórmula de agradecimiento por facilitar contratos previo pago de la comisión correspondiente, la disertación sobre cómo conseguían los partidos su financiación, la narración casi novelada de cómo se establecían contactos, se hablaba con los intermediarios, se iniciaban sólidas relaciones personales a través de operaciones como las apuntadas… Quizá lo más hiriente de la declaración de Correa es que narraba los hechos con una naturalidad que llevaba a pensar que le produce auténtica sorpresa que los miembros del tribunal y los numerosos periodistas que cubren la información sobre el desarrollo del juicio, fueran unos analfabetos funcionales que no tienen ni noción del mundo de los negocios. A ver qué ocurre los próximos días pero, de momento, un juez de reconocida trayectoria profesional advertía a esta periodista que la declaración de Correa no tiene valor procesal. No lo tendrá, sabe ese juez de qué está hablando; pero ríos de tinta, y titulares, va a tener hasta aburrir.
Este otoño en el que Rajoy se juega el gobierno –apostemos: va a ser que sí- los juicios y vistas colocan en primer plano la palabra corrupción. El partido que más provecho ha sacado es Ciudadanos, como adalid de la anticorrupción porque al PP le llueven casos por todos los lados y al PSOE más le vale que no ataque demasiado porque le pueden responder mencionando al menos media docena de palabras que hacen pupa. Pero quizá lo que más sorprende es que mientras los partidos se echan en cara sus vergüenzas, que provocan vergüenza en todos los españoles de bien, a la hora de ir a votar un porcentaje alto de ciudadanos de este país se dejan llevar por su ideología y por las simpatías o antipatías hacia los candidatos, como si la corrupción no fuera asunto tan relevante como para tumbar un gobierno o cambiar al líder máximo de un partido. Porque cambio de líder máximo sí ha habido, pero nada que ver con la corrupción sino con la forma en que gestionaba su partido, que de seguir así se exponía a su desaparición.
Pedro Sánchez vuelve a Madrid y los suyos andan ya con los nervios a flor de piel. Miquel Iceta le ha dicho a Pablo Motos que Sánchez no se va a presentar a las primarias, pero otros dirigentes que charlan estos días con Sánchez, o se intercambian sms o wasaps, cuentan que el ex secretario general no se rinde y que tiene dos oportunidades para volver al primer plano: las primarias a la secretaría general y las primarias para la candidatura a la presidencia de gobierno.
Javier Fernández está ganando puntos cada minuto que pasa, es la sensatez en persona, mientras Susana Díaz, que se ha olvidado ya de su drástica posición contraria a la abstención, aparentemente se suma a los que han asumido que hay que permitir que haya gobierno porque ya es hora de pensar en España y en los españoles, y hora de pensar en el futuro del PSOE antes de que sea demasiado tarde. ¿Se presentará finalmente candidata a la secretaría general? No suelta prenda, pero se le nota en el ánimo más de lo que probablemente le gustaría que se notara: que no ha llegado tan lejos, con defenestración de Sánchez incluida, para retirarse finalmente a sus cuarteles de invierno andaluces. O mucho nos equivocamos, o el paso nacional ya está decidido.
Pilar Cernuda