Husmeando entre mis libros me encuentro con uno de Noel Clarasó, fechado por mi padre, Bruxelles, 11.6.52. Es 'El arte de perder el tiempo', excelentemente publicado por José Janés. Quizá no sea un libro para leer de cabo a rabo pues ha pasado el tiempo y su humor ha perdido actualidad. Pero sigue teniendo gracia, hay frases geniales y Clarasó, de gran cultura anglófila, tiene hallazgos todavía oportunos, sobre el viaje, el deporte, las visitas de cumplido y mucho más. Otros títulos fueron 'El arte de no tener amigos' o 'El arte de no pensar en nada'. Noel Clarasó también escribió sobre jardines, algo raro en España tras el eclipse de Javier de Winthuysen después de la guerra.
Pero el autor catalán ha pasado de moda, como pasó Zunzunegui, como pasó Mercedes Fórmica, y en otra lenguas como ha sucedido con Carson Mc Cullers, William Maxwell o Alan Sillitoe. Hoy vemos muchos de sus libros saldados en las ferias de ocasión, como en el paseo de Recoletos, en Madrid. Son libros bien escritos, que traen el sabor de otras épocas, de otras formas de vida, muchas de las cuales tiramos apresuradamente a la basura y hoy nos pesa.
De repente, algún editor culto se acuerda de un autor y lo vuelve a lanzar, como a Edgar Neville o a Jardiel Poncela, pero a menudo estos libros permanecen olvidados en los estantes polvorientos, son libros que tenemos en la casa del pueblo, arrumbados, que eran de nuestros padres o abuelos. Lecturas que nos salvan una tarde, una velada. En todo libro hay algo bueno, venía a decir con mucha razón Azorín, otro pasado de moda.
La crítica literaria debe seguir el movimiento editorial, lo comprendemos, es obligado, porque a fin de cuentas es un negocio importante. Pero no hay que descartar autores que marcaron una época -en España, a veces, fueron olvidados porque eran de derechas- y que tienen valor porque escribían bien y tocaban el fondo del ser humano.
Este olvido viene acompañado de una desgracia y es que los libreros de lance van desapareciendo, como las mercerías y las fruterías de barrio. Los altos alquileres los van expulsando y así las ciudades pierden gracia y los paseos del solitario se hacen más anodinos. Es la globalización, que trae mucha banalidad. Y cada vez nos cuesta más redescubrir esos autores olvidados. Evitemos seguir los dictados de la moda y recuperemos tantos libros que merecen su lectura.
Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye