lunes, noviembre 25, 2024
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Piqué y los patriotas

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El defensa central del FC Barcelona y de la Selección Gerard Piqué ha protagonizado a su pesar un episodio que debería sonrojar a algunos aficionados al fútbol y periodistas, además de hacer reflexionar sobre las consecuencias de un patriotismo mal entendido que puede ser dañino para todo un país.

Piqué ha demostrado ser un gran futbolista. Como cualquiera, tiene sus defectos y a veces mete la pata, pero el domingo pasado fue víctima de una grave injusticia. Durante el partido contra Albania, este campeón del mundo con España erigido por voluntad propia en icono del catalanismo fue acusado sin motivo en una red social de haber cortado las mangas de su camiseta para no lucir la bandera. Y estalló el escándalo.

Lo grave no fue la acusación: siempre, sea en las redes sociales o en foros, mediante cadenas de correos electrónicos, pasquines e incluso desde la barra del bar, ha habido individuos dispuestos a inventar tonterías para denigrar a quien les cae mal. Lo sangrante del caso es que algunos periodistas inmediatamente se hicieron eco de la mentira y, sin contrastar la información ni aplicar los filtros inherentes al oficio, corrieron a publicarla en sus medios.

La cuestión daría para escribir una tesis sobre algunas fórmulas del nuevo periodismo que ha traído internet. Formas de trabajar -por suerte no utilizadas por todos- que anteponen la inmediatez y el titular de impacto al rigor y el tratamiento en profundidad de los datos. Prácticas que conducen al sacrificio consciente de la verdad con tal de captar los ‘clicks’ de lectores cada vez peor informados y que, en ocasiones, también prefieren leer mentiras o verdades a medias con tal de que les entretengan.

Los sentimientos son algo muy personal y en materia de patrias cada uno debería poder sentir la suya a su manera

Piqué fue insultado sin motivo y tuvo que pasar por el humillante trance de salir tras el partido a enseñar su camiseta rota para demostrar que no había ninguna bandera que recortar. Como un niño que exhibe ante sus mayores o profesores las pruebas de que no ha hecho nada malo y ha sido injustamente acusado por otro alumno envidioso.

Lo sucedido ha colmado la paciencia de un futbolista cuyo compromiso con la selección es incuestionable desde los 16 años y que, en el ámbito privado de sus creencias, tiene derecho a pensar lo que quiera. Piqué con su juego y sus goles contribuyó a llevar a la selección hasta lo más alto, pero no aguanta más y dejará el equipo tras el Mundial de Rusia 2018. La selección pierde así a uno de sus mejores futbolistas. El ‘patriota’ que causó el incidente puede estar contento.

Este escándalo ocurrió en una semana en la que muchos han hecho alardes exagerados de patriotismo en coincidencia con la festividad del 12 de Octubre. Personalmente, me parece sano querer a tu país y demostrarlo, pero pienso que hoy quienes más se envuelven en la bandera conciben el patriotismo como un concepto excluyente, exclusivo de unos pocos que se arrogan la capacidad de retirar el carné de español a quienes discrepan de ellos.

Tan patriota y tan español como el que más puede ser alguien que nunca saca la bandera al balcón o cuestiona el modelo territorial y los símbolos. Y tengo dudas de que corear a gritos la melodía de un himno sea más patriótico que defender la sanidad y la educación de todos, ayudar a quienes más lo necesitan o ganar un Mundial con la Selección. Los sentimientos son algo muy personal y en materia de patrias cada uno debería poder sentir la suya a su manera.

Quienes insultan y echan de la Selección a Piqué por querer ser sólo catalán deberían pensar que ningún proyecto de país saldrá adelante mediante el desprecio y la exclusión de parte de sus ciudadanos. Harían bien en preguntarse qué ha pasado para que los catalanes, que en los noventa exhibían cómodos su españolidad mientras celebraban los Juegos Olímpicos y la boda de 'su' infanta en Barcelona, hoy sean reacios a este tipo de manifestaciones. Pienso que la culpa no puede ser toda de ellos y que es tarea de todos remediarlo con políticas que promuevan la inclusión en vez de insultar al que se siente diferente. Convencer, no vencer, que diría el gran Unamuno.

César Calvar

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