lunes, noviembre 25, 2024
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El arco y la espada

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Los alemanes avanzaban por toda Francia derramándose como el agua desbocada. No encontraban mucha resistencia así que parecía un paseo militar. Era el año 1940 y en la pequeña localidad de L`Epinette se encontraban tropas del Cuerpo expedicionario británico, aguardando el ataque. De improviso, una flecha lanzada desde una torre de la ciudad, atravesó el pecho de un sargento germano. Los nazis, desconcertados, no se percataron de lo que ocurría hasta que descubrieron que se trataba de una señal de ataque. De inmediato, los ingleses abrieron fuego obligando al enemigo a retirarse. Pero ¿Quién era aquel arquero? ¿Quién se atrevía a utilizar armas medievales en la Segunda Guerra Mundial?

Se trataba del Teniente Coronel John Malcolm Thorpe Fleming Churchil, más conocido como “el loco Jack”.

A los veinte años, Churchil fue destinado a Burma (Birmania), pero como se aburría, pidió la baja en el ejército y se marchó a Nairobi, donde trabajo de periodista, modelo y extra de películas. En 1939 gano una competición de gaiteros en Aldershot, lo que no fue bien visto ya que un inglés había ganado a los escoceses. También tuvo tiempo para ganar un premio en el campeonato del mundo de tiro con arco en Oslo ¡Un fenómeno el tío!

Vuelto a la milicia debido al comienzo de la guerra, se volcó en el campo de batalla. Durante la retirada de Dunkerke, utilizó el arco con frecuencia, siendo el único soldado con bajas confirmadas por arco durante toda la guerra. Muchos recuerdan verle paseando entre el fuego enemigo con su gaita, su arco y sus flechas.

En 1941, era el segundo al mando del comando nº3 en la Operación Arhery, un escueto asalto anfibio a una guarnición alemana en Noruega. En la lancha de desembarco se mantuvo en pie entonando con su gaita “La marcha de los hombres de Cameron”, para cuando se abrió la portezuela, entró en combate con su espada escocesa en la mano.

Como eso de desembarcar espada en mano le aburría, se apuntó como voluntario a los Comando británicos, saliendo indemne de las misiones en las que participo. Resulto herido cuando un zapador de su propio bando explotó junto a él una carga por accidente y la botella de vino que bebía se le clavase en la cabeza.

Curado de sus heridas, en 1943 volvió al frente, esta vez en Italia. Allí, una noche atravesó las líneas enemigas junto a un cabo y ¡espada en mano! sin disparar un solo tiro, hizo 42 prisioneros. Aquello le valió la Orden al Mérito por Servicios Distinguidos.

En 1944, destinado en Yugoslavia, dirigió un asalto frontal en la localidad de Brac, logrando su objetivo hasta que se dio cuenta de que era el único que quedaba en pie. Entonces cogió su gaita y permaneció solo tocando “WILL YE NO COME BACK AGAIN”, hasta que los alemanes le hicieron prisionero, derribándole con una granada. Suponiendo que era pariente de Winston Churchil- de verdad que estos alemanes son la leche-, lo trasladaron a Berlín para interrogarlo, pero al comprobar que no era así y tras crear el pánico y la confusión en la misma capital del Reich prendiendo fuego a un montón de basura,  fue ingresado en el campo de concentración de Sachsenhausen.

Por supuesto que el “loco Jack” logro escapar pero fue capturado a pocos kilómetros de la orilla del mar Báltico y mandado a otro campo de prisioneros esta vez en Italia.  Se dio el piro de nuevo en 1945, aprovechando un apagón. Caminó 160 kilómetros hasta que se encontró un regimiento americano al que tuvo que convencer de que era un oficial británico dado su lamentable estado.

Churchil se hizo famoso por cargar contra el enemigo espada en mano y gritando “¡comando!”, lo cual psicológicamente era impactante para el enemigo. Muchos alemanes, confirmaron después de la contienda, que no dispararon contra el al considerarle loco de atar o un tipo que pretendía suicidarse, aparte del miedo y la confusión que aquella figura demoniaca inspiraba en quien lo tuviese frente a él. Su frase favorita era: “En mi opinión, un buen oficial no va adecuadamente vestido si no lleva sus espada”.

Cuando finalizó la guerra, volvió a Burma donde se hizo paracaidista. Viajó a Palestina donde protegió un convoy medico logrando así evacuar a cientos de médicos judíos, durante el periodo de creación del Estado de Israel. Después, se fue a vivir a Australia donde se ganó la vida como instructor militar, pero como volvió a aburrirse, decidió dedicarse al surf. Volvió a Inglaterra donde diseño sus propias tablas, siendo el primer ingles que logro cabalgar la ola del rio Severn, al sureste de Inglaterra-que no sé qué coño es porque no entiendo de Surf, pero debe ser la leche-, aunque continúo trabajando en una oficina del ejército. En 1959 se jubiló, pasando sus últimos 37 años, navegando por las aguas del Támesis con su mujer a la vez que pilotaba barcos por radio-control.

Un tío pintoresco que se merece ser la encarnación del héroe romántico y por lo tanto estas humildes letras, aunque se ingles ¡joder! Lo cierto es que era del tipo de hombres que necesitan la adrenalina corriendo por su cuerpo. La quintaesencia del aventurero. Son hombres especiales, de los que hay muy pocos en la especie humana. No sé si era un loco, un valiente, o un genio. De lo que si estoy seguro es que me hubiera encantado conocerle y estrecharle la mano al son de una buena gaita escocesa.

José Romero

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