La solicitud ha sido remitida; se encuentra en tramitación.
En un país constitucionalmente aconfesional (ninguna tendrá carácter estatal, artículo 16), la religión despierta un interés destacado, con algunos españoles militantemente a favor y otro grupo de ciudadanos que la ve por todas partes en el espacio público.
Un entretenimiento de los cambios de Gobierno y hasta de la coronación del rey es observar la forma protocolaria en la que asumen el cargo.
Recordemos que Felipe VI no renunció a la simbología militar en su coronación, pero sí desapareció toda presencia física de la religión católica y también en el discurso, en claro contraste con el acto similar protagonizado por su padre en 1975. Si el comportamiento del rey o sus palabras son un reflejo de la sociedad española en un momento determinado, o el monarca se quiere acercar a ella, se ha producido una evolución.
En el caso de Mariano Rajoy, tomó recientemente posesión con crucifijo y mano apoyada en la Biblia, concretamente en el capítulo 30 del Libro de los Números, Antiguo Testamento. «Habló Moisés a los jefes de tribu de los israelitas y les dijo: «Esto es lo que ha ordenado Yahveh, si un hombre hace un voto a Yahveh, o se compromete a algo con juramento, no violará su palabra, cumplirá todo lo que ha salido de su boca». Luego el texto se enreda concluyendo que el compromiso de la mujer no tiene el mismo valor que el del hombre, por ahí aparecen el padre y el marido para decidir, salvo en los casos de la mujer viuda o repudiada, que cuentan con total autonomía.
Por su parte, en la toma de posesión del nuevo Gobierno en el palacio de la Zarzuela todos sus miembros juraron el cargo, poniendo por testigo o como garantía de ello a Dios, mientras que la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal fueron las únicas que lo prometieron, se entiende que por su honor, compromiso personal.
Apenas dos horas después de que la ministra de Defensa prometiera el cargo ante el rey, ante el notario mayor del Reino y el presidente que ha confiado en ella, De Cospedal aterrizó en el Ministerio de Defensa para coger una copia exacta de la cartera de su antecesor y en un breve discurso asumió el cargo mientras pedía «la ayuda de Dios».
Para el objetivo de esta columna es intrascendente la creencia religiosa de la nueva ministra, sí podría tener algo mayor interés la flexibilidad demostrada en la expresión de sus creencias con tan escasa distancia de tiempo entre ambos momentos.
Otra consideración de mayor calado es la disposición personal con la que estrena el cargo de ministra de Defensa, confundiendo un instrumento importante del Estado en materia de seguridad con la conciencia nacional que además asimila automáticamente con la obligación de hacer una referencia a la religión católica.
Ni las Fuerzas Armadas son la encarnación del Estado ni la religión católica debe aparecer en asuntos de Estado ni esta confesión es la única presente en la sociedad española, tampoco en las Fuerzas Armadas
Ni las Fuerzas Armadas son la encarnación del Estado ni la religión católica debe aparecer en asuntos de Estado ni esta confesión es la única presente en la sociedad española, tampoco en las Fuerzas Armadas, con militares protestantes -muchos latinoamericanos-, musulmanes españoles, hasta ateos debe haber alguno e incluso algún animista converso con los despliegues cada vez más numerosos en el centro de África -entre ellos Gabón- y Australia.
«El humanismo laico no se desarrolló contra la religión sino contra la interferencia del Estado en ella y, sobre todo, contra su manipulación», escribe la socióloga marroquí Fátima Mernissi en un libro sobre Islam y democracia en pasaje sacado evidentemente de contexto para traerlo a este párrafo.
También apunta Mernissi a que en los países occidentales la inversión en innovación y desarrollo tecnológico se canaliza y basa principalmente en programas de armamento.
Del contenido de las palabras de la secretaria general del Partido Popular y ministra de Defensa, cargos que considera compatibles, se puede destacar su alusión a la religión, a la industria y la imagen de España que encarna los militares, nada serio sobre planes en el departamento, pero es que era el primer día.
En los próximos meses a De Cospedal le toca elaborar un programa político en el Ministerio, y si no lo hace ella se impondrá la inercia, el corporativismo, los intereses industriales o los tres juntos.
Con ayuda o no del Altísimo, toca ahora interpretar la respuesta europea y española a los movimientos del próximo presidente de EEUU en relación con la OTAN.
Si De Cospedal asume la consigna de la Alianza de destinar el 2% del PIB a Defensa -defendida retóricamente por su antecesor, que no en la práctica-, si encuentra acomodo presupuestario a los 1.000 millones anuales en programas de armamento que en años anteriores se han pagado con créditos extraordinarios declarados ilegales por el Tribunal Constitucional, si ocurre todo esto la ministra debería duplicar el presupuesto de Defensa, y explicarlo a los españoles, el volumen y la amenaza militar que lo justifica.
La pedagogía es siempre difícil cuando la necesidad está encima de la mesa, se puede hacer mejor a largo plazo.
Carlos Penedo