domingo, noviembre 24, 2024
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Marruecos, la excepción

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La alternativa política en Marruecos no sería más democracia sino el triunfo de la intolerancia religiosa, lo que llamamos el islamismo radical. Veo a la prensa española fomentar o magnificar las revueltas en Marruecos, como si fuesen algo positivo. Pero no nos engañemos, con una sociedad civil débil, allí no hay alternativa democrática ni eso que los medios dieron en llamar, erróneamente y con «marketing», primavera árabe, que  ya vimos cómo acabó.

Un desgraciado suceso en el Rif, que pone en evidencia las diferencias sociales en Marruecos, no puede ser aireado para denigrar todo el sistema político de nuestro vecino y amigo, por poco perfecto que lo consideremos. Cierto que hay graves problemas, que no tiene una democracia al uso de los sabihondos europeos, que tenemos recetas librescas para todo, pero el país musulmán más liberal y tolerante de todo el Mediterráneo. Hasta los musulmanes ortodoxos que forman el gobierno marroquí han querido amortiguar esas protestas, que pueden desestabilizar el país y derivar en más radicalismo, en más apoyo al Daesh, por ejemplo, en más peligro.

Es el país musulmán donde las mujeres son más libres y participan en la vida económica y política (aunque de treinta años a esta parte se ha extendido el velo), es el que más esfuerzos hace por la conservación de su patrimonio, de la naturaleza. Todo es relativo, claro, pero no se le puede atacar sin considerar todos los elementos positivos.

En España siempre ha habido un cierto regusto en censurar a Marruecos sin mirar el contexto ni las dificultades en que el país se mueve -parece como si tuviéramos un resentimiento histórico-. Apoyamos a los dudosos «demócratas» saharauis -sucursal de Argelia-, amplificamos los problemas del país en nuestros medios de comunicación. Pero cuando tratan de vender fruta, tomates o pesca, clamamos por el proteccionismo. Que se las apañen como puedan. La verdadera cooperación no es sólo abrir más institutos Cervantes sino abrirles las puertas de nuestros mercados.

Pienso en una de mis personas más queridas, Fátima, una anciana de Rabat, una verdadera santa musulmana, pienso en cómo ella, fiel cumplidora del Corán, está llena de tolerancia y amor por los demás. Los islamistas radicales están muy lejos de representar a esos musulmanes verdaderos, hospitalarios, sencillos, amables, a los que cumplen los mandatos religiosos sin despreciar a los demás.

Está bien que nuestra libertad de prensa permita publicar lo que haya de abuso en Marruecos, pero no tergiversar ni atacar sin fundamentos a la monarquía marroquí. El país es mucho más liberal que cualquiera de sus vecinos y es digno de respeto y consideración, no de estar dándole lecciones de política correcta.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

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