domingo, noviembre 24, 2024
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Vacuna contra el virus Trump

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Hemos visto caer a trozos la barrera del sonido. Sirva la imagen sacada de un tema de Antonio Vega para ilustrar la victoria de Donald Trump en las presidenciales de EEUU. Pero esta columna incluye un mensaje de optimismo para la humanidad. Así como los laboratorios farmacéuticos no investigan remedio para enfermedades que afectan a poca gente o con escasa capacidad de compra, la feliz noticia es que el virus del fascismo ha atacado el cuerpo político mas opulento del planeta, por lo que el remedio seguro que ya ha empezado a ser investigado en algún rincón de EEUU.

Los laboratorios donde se elaboran las vacunas y también se crean las peores infecciones políticas se llaman think tanks, laboratorios de ideas, impulsados -aunque tengan antecedentes anteriores- tras la guerra del Vietnam en suelo norteamericano, institutos de investigación a medio camino entre la Universidad, la política y la comunicación.

Por mencionar un ejemplo, el sustento ideológico y los actores políticos responsables de la invasión de Irak y la desestabilización hasta hoy de Oriente Próximo surgieron de poderosos think tanks norteamericanos. La versión nacional de estas entidades son la conservadora FAES de Aznar, la progresista Fundación Alternativas, el oficial Real Instituto Elcano y algunos otros menos conocidos o sectoriales, todos estos con escasez de recursos e indefinición de objetivos.

La deriva de la derecha norteamericana, también continental e incluso hispana incluye un maltrato a la estabilidad del sistema político

Reconozcamos sin embargo que el mundo del análisis está algo desprestigiado, se basa en lo que ha ocurrido y tiene cierta dificultad para adivinar el futuro. Como estrategia de defensa se ha tratado sin demasiado éxito de difundir la idea de que vivimos cada vez con mayor frecuencia acontecimientos disruptivos, que producen una ruptura brusca de la normalidad (11-S, Lehman Brothers, Messi, internet, Crimea), imprevisibles en su llegada y consecuencias, pero esto no es nuevo, como probó en su día la máquina de coser.

Las críticas al analista las dirigen en gran medida aquéllos con capacidad ejecutiva, quienes toman las decisiones, que tampoco deberían presumir en exceso viendo el nivel y salud de las finanzas públicas, el mercado de trabajo, la innovación en la empresa, las crisis económicas que llevan incluso a interrumpir temporalmente la economía de mercado hasta que se socializan las pérdidas.

Se ha impuesto una falsa cultura empresarial con decisiones ejecutivas. «Despedido», «contratado», pasó una década diciendo Trump en un programa de televisión, con ese aire de empresario con ideas pocas y claras.

La salida con todo no puede ser otra que la elaboración de un proyecto político ilusionante de cambio progresista que deje atrás simplificaciones que ofrecen soluciones sencillas a problemas complejos y atraen hoy el desahogo del votante y ninguna solución a sus problemas.

Para interpretar lo ocurrido convendría cuestionar al menos algunas verdades publicadas como el carácter antisistema de Trump, recordando su condición de multimillonario o la manita que algo tan del sistema como el FBI le tendió días antes de la votación cuestionando la criminalidad de la candidata Clinton. Viendo lo estrecho del resultado, cualquier factor ha sido decisivo, éste del FBI también.

Apuntemos también la placenta donde engorda Donald Trump, lejos de los arrabales del sistema, donde el cigoto ha pasado a embrión, luego a feto y acaba en candidato, que no es otra que el Partido Republicano al que ha representado en las urnas. Trump es un hijo que ha salido algo radical pero hijo al fin y al cabo de la derecha norteamericana y los pasos afianzados tras tres revoluciones conservadoras en las décadas recientes, empezando por Reagan, siguiendo con Bush padre e hijo y ahora Trump: adelgazamiento del Estado, reducción de impuestos a las rentas altas, desprestigio de la política, militarismo exterior, economía financiera sin control, incremento de la desigualdad, exclusión social de un tercio de la población, aderezado con el ultraconservadurismo en lo moral.

En EEUU ya se han debido poner en marcha para iniciar la remontada

La deriva de la derecha norteamericana, también continental e incluso hispana incluye un maltrato a la estabilidad del sistema político sin el que no hubiera crecido candidato similar a éste. Recordemos por estas tierras la utilización política de los muertos de ETA, los abucheos al presidente en actos oficiales, el cuestionamiento de resultados electorales o Gobiernos, el desprecio al Parlamento o la corrupción en la misma columna vertebral del PP, donde se sitúa la financiación del partido y la organización de actos públicos. la médula. En ese panorama sin reglas, irresponsable, clasista y excluyente ha chapoteado con éxito Trump.

Pero volvamos a la solución. La inventora de lo que conocemos como think tanks no es otro que la misma derecha norteamericana, que decidió en los primeros setenta destinar esfuerzos personales y millones de dólares a elaborar doctrina y difundirla (esta última parte es importante, dar a conocer el papel es tan relevante como escribirlo); y su producción ideológica ha alimentado la oposición a los presidentes demócratas y ha alimentado los gobiernos republicanos.

Éste es el trabajo pendiente de la socialdemocracia a ambos lados del Atlántico, una labor continuada, a largo plazo, de reflexión y análisis que va perfilando un proyecto y luego un programa electoral -no comenzar por el final-, aprovechando además el proceso para difundir ideas y cuestionar el pensamiento dominante. Aquí aparece el equilibrio entre el mundo de la reflexión y de la ejecución.

Sin duda en EEUU ya se han debido poner en marcha para iniciar la remontada, los anticuerpos están despertando. Ahora bien, cuando consigan la vacuna anti Trump deberemos tener en cuenta en territorio político europeo e hispano que la medicina se ha conseguido tras ensayos de laboratorio utilizando hombres blancos, algunos casi rosas, ultrarreligiosos, protestantes y de interior, humanos como nosotros y en principio sensibles a los mismos fármacos, pero nunca estaría de más adaptar el producto ideológico al indígena de izquierdas autóctono del sur de Europa.

Carlos Penedo

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