La cima del monte Olimpo, el más alto de Grecia, era la morada de los dioses, con Zeus a la cabeza ocupando su inamovible trono, controlando todos los destinos, después de haber llevado a sus hermanos a la victoria en la guerra contra los titanes. Los dioses griegos eran antropomórficos, inmortales, no tenían sangre sino hondura, y se alimentaban de néctar, ambrosía y del humo de los sacrificios que los mortales realizaban en su nombre.
Desde el Monte Olimpo han bajado ahora otros dioses, ungidos por el aceite sagrado de la Verdad Absoluta, que casualmente sólo es la suya. Unos dioses que se han propuesto aplicar “jarabe democrático” a base de escraches, algaradas en las calles y linchamiento ideológico, para mejorar la salud democrática y guiar al pueblo por el camino adecuado, el que marcan ellos. Los lunes estos profesionales del odio y el acoso lanzan su furia sagrada contra un objetivo, el martes contra otro y así sucesivamente hasta que los titanes vuelvan a ser vencidos por un Zeus de barba y coleta cuidadosamente desaliñados. En esa lucha andan, con la complicidad del fuego sagrado azuzado por algunos semidioses de las 625 líneas en HD.
El caudillo del partido de la gente consiguió esta semana algo que nadie había logrado en los últimos 25 años: acusar, juzgar y condenar a Rita Barberá. Y lo hizo en formato tuit. En un nuevo ejercicio de enfermizo postureo político, para ganarse ese ratito de gloria semanal en la televisión, que debe ser como una droga adictiva, Pablo ordenó a golpe de telegram ausentarse del minuto de silencio por la repentina muerte de la senadora porque era “una corrupta”. Había que seguir destruyendo la imagen de una persona, saltándose de nuevo hasta la presunción de inocencia.
Nada nuevo en el firmamento: ya sea en el discurso del Rey; cuando Rafael Hernando les reprocha el “apoyo” millonario de regímenes autocráticos; dándole el pecho a un bebé durante horas (¿alguien ha vuelto a ver al bebé de Bescansa?); o acudiendo de smoking dos tallas más grande a la Gala de los Goya, que para eso sí se ponen el trajecito de los domingos, Pablo y el partido de la gente siempre encuentran la forma de ofrecer espectáculo a mayor gloria de los mortales.
Pero no pensemos que Pablo y los suyos se ponen estupendos cada vez que se convoca un minuto de silencio. Cuando el pasado mes de junio falleció Periko Solabarria, fundador de Herri Batasuna, se echaron una vez más a las calles para homenajear a quien afirmó en un juicio contra dirigentes de ETA, que los terroristas encausados eran «héroes y mártires. Ellos son nuestros Sandinos y nuestros Ché Guevara».
Los de la gente, siempre tan cercanos a los abertzales y lejanos al sufrimiento de las víctimas del terrorismo, incluso organizaron un minuto de silencio en la asamblea de Podemos en Barakaldo, con el ínclito Juan Carlos Monedero de cuerpo presente, golpeándose en el pecho por la muerte de este gran defensor del pueblo vasco libre a golpe de sangre. El dolor y la tristeza a veces confunden y convierten en grandes prohombres a quienes hicieron la vista ciega ante la crueldad y el asesinato. Ya se sabe: para ellos incluso Otegi es un adalid de la libertad. Y en esa ceguera persiste hasta Don Pisito, el senador Ramón Espinar, al que aún esperamos que reproche a su compañero de Senado por Bildu, Iñaki Goioaga, el haber sido procesado por un delito de pertenencia a ETA. Casualmente por el mismo Tribunal Supremo al que acudió Barberá el pasado lunes.
La superioridad moral de los nuevos dioses del escrache, tan característica de la más rancia izquierda y de esta nueva caspa antisistema, les lleva a un inagotable sectarismo ideológico por el que son ellos mismos quienes colocan la línea divisoria entre el Bien y el Mal. Una línea, por cierto, que mueven con gran entusiasmo en función de si son ellos los sometidos a sospecha. Rita Barberá es el Mal personificado. En contraposición a la condenada asalta capillas Rita Maestre “arderéis como en el 36”; el beneficiado por la 'beca black' Errejón; Monedero, el bien pagado de Venezuela por un informe de 3 hojas; o el alcalde de Cádiz, enfrentándose a la Policía en una pelea de hinchas del fútbol, que son el Bien. La Justicia moral. Y cuando alguien osa criticarles desde un medio de comunicación es porque la máquina de hacer fango se ha puesto en marcha. La misma máquina que ellos encienden y calientan cada día contra todo aquel que no forma parte de su casta de la gente. Aplican la “cal viva” en formato tuit.
El problema es que estos nuevos mitos del Olimpo se han creído inmortales y en realidad no lo son. En la película “El crepúsculo de los dioses” el protagonista se sorprendía al reconocer a Norma Desmond: “Usted salía en las películas mudas. Era grande”. A lo que ella replicó: “Soy grande. Son las películas las que se han hecho pequeñas”. Tenga cuidado el líder de la gente: el postureo es siempre efímero, sobre todo cuando se basa en recetas rancias. No vaya a ser que acabe como Norma Desmond, bajando lentamente las escaleras de su ocaso, mientras pedía que una cámara le hiciera un nuevo y último primer plano.
Borja Gutiérrez