Italia es cuna de nuestra forma de ser en su más estricto sentido. Su arte y su cultura han sido un faro para occidente a través de los veintidós últimos siglos y su derecho romano, mantenido y ampliado pero con los cimientos en la antigüedad imperial, sigue en la base de la convivencia en el continente europeo. La pluralidad de sus centros de poder en la Edad Media ha marcado su existencia. La diversidad de sus partes con una fortísima personalidad ha pervivido hasta nuestros días. He oído a verdaderas autoridades explicar que en realidad Italia no es un país, sino una confederación de ciudades estado que son la realidad política cierta a pesar de casi siglo y medio de unificación. Ciudades estado con su entramado político, económico y social peculiar, singular y que generaba y genera unos intereses también peculiares y singulares y muchas veces enfrentados entre cada una de estas entidades político-históricas.
Después de la segunda guerra mundial, un referéndum fraudulento derribó la monarquía y la sustituyó por una débil república que fue escenario de muchas escaramuzas a lo largo de la Guerra Fría. Se diseñó un bicameralismo perfecto, los gobiernos deberían tener mayoría en ambas cámaras. Los grandes partidos, la Democracia Cristiana y el Partido Comunista, parecían articular el Estado. Pero no. La caída del muro supuso la decadencia rápida de ambos y se hizo imposible la creación de mayorías estables excepto cuando Berlusconi encabezó una coalición imposible que albergaba desde la antigua extrema derecha reconvertida hasta el socialismo de los hijos de Craxi.
Hasta Renzi que llegó con las mañas del golpe de Palacio y pretendió hacer una reforma de un tercio de la propia Constitución. Renzi es un tipo muy interesante, alcalde exitoso de Florencia que milita en el Partido Democrático, descendiente en parte del viejo Partido Comunista, pero también militó en el Partido Popular Italiano, una de las derivadas de la Democracia Cristiana. A pesar de su juventud, solo tiene cuarenta y un años, y además de alcalde ha sido presidente provincial de Florencia y disputó a Bersani unas elecciones internas para la candidatura a encabezar su partido en las generales que perdió, lo que no le impidió ser primer ministro poco después. Curiosidades de las primarias incrustadas en un sistema que no está pensado para primarias.
Parecía tener pactado con Berlusconi una reforma constitucional, aunque este se descolgó de la misma. Sí consiguió una reforma de la legislación laboral que venía del fascismo, su principal éxito, aunque se dejó mucho de su prestigio en la tramitación de la misma. En economía le tocó bregar con lo peor de la crisis y no lo hizo mal, mantuvo una higiénica ortodoxia.
Y convocó el referéndum. Ahí le esperaban todos. Los propios a los que había vencido y los adversarios naturales que se aliaron contra el chico-prodigio al que envidiaban y temían. Era un plebiscito personal con algo de bonapartismo en su aderezo. Fue una equivocación que creo que va a saber utilizar en el futuro.
Entre los partidarios del NO había razones ideológicas respetables y también escondían unas tácticas bastardas para batir a una figura que descollaba demasiado.
Ha perdido incluso por más de lo que decían las encuestas. Curiosamente solo ha ganado entre los italianos en el extranjero que muchos dirán que son los votantes que menos conocen la situación real pero también se puede decir que son los menos mediatizados por los oscuras presiones de los grupos de interés. Creo que ahora Renzi es el 41% y todos los demás juntos el 59%. Pero no están juntos.
Matteo Renzi tiene futuro por su voluntad política, ideas y coraje. No tiene simpatía a nuestro país, nos ve como competidor muy directo. Todavía no se aprecia en su personalidad una destrucción por abducción del sistema, algo común en los reformistas al cabo de un tiempo. Resiste bien sin ser un loco. La suya no es mi forma de pensar, pero tiene una categoría que no veo en otros que conviven en el ecosistema político italiano. Es valioso.
El futuro nos dirá cuál es su destino. Como en el referéndum, Italia decide.
Juan Soler