domingo, noviembre 24, 2024
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Fuego amigo

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Nada más cruel que caer a manos de los propios. No son nuevas las prácticas cainitas, pero estas parecían circunscritas a estrechos mundos corporativos, políticos o espacios de poder, terrenal o no, donde la máxima “no es personal, son negocios” funcionaba como un reloj.

Sin embargo, la llegada de las redes sociales como medio fundamental y la instauración de la ira no solo como forma de hacer política sino como cultura de relación social, ha ampliado los escenarios en los que funciona el “fuego amigo”.

Alcaldes o catedráticos; diputados y diputadas o futbolistas, artistas o médicos, periodistas y demás personajes de la vida social se ven afectados por filtraciones, denuncias o acusaciones, inmediatamente viralizadas en las redes, que trituran cualquier presunción de inocencia, convierten en jueces a los medios que difunden la información y persiguen la muerte civil, social o política del afectado o afectada.

La llegada de las redes sociales como medio fundamental y la instauración de la ira no solo como forma de hacer política sino como cultura de relación social, ha ampliado los escenarios en los que funciona el “fuego amigo”.

Hay quien ha rizado el rizo, promoviendo no ya el fuego amigo sino la dinamitación colectiva de organizaciones políticas enteras, representaciones públicas o candidaturas de toda naturaleza.

Suele ocurrir que afectados y afectadas inician su periplo por el drama culpando del daño a adversarios, a medios de comunicación o, si se es muy sofisticado, a poderosos tipo IBEX35. También es bastante habitual – y forma parte del ritual- que un externo se haga eco del fuego amigo y lo haga propio pidiendo cabezas, cual verdugo en la revolucionaria Bastilla.

Se trata de un principio de negación que tiende a rechazar la evidencia de que son los propios los que disfrutan triturando la credibilidad de los que sufren estas prácticas. No es menos inusual que los que más han animado la ira se vean respondidos con una ración de su método.

El fuego amigo es producto de lo que ha traído a la política y la sociedad española la cultura de la intimidación. La extensión del miedo a sufrir de una campaña de falsas informaciones o a la manipulación ha llevado al silencio y al abandono de actividad social, política o cultural a muchos y muchas, orillados por los propios colegas de profesión.

En Estados Unidos le han puesto nombre a esta nueva práctica: “la era de la posverdad”. Quiere decir que no importa que las informaciones sobre los hechos o las personas sean exactas o veraces. Lo que importa es construir un relato, sea cual sea, e imponerlo a través de los terminales de que se disponga. Los terminales mas eficaces son los pares de quien sufre y los medios más adecuados los que viralizan, sin ningún test de veracidad o de contexto.

El fuego amigo va acompañado de la doble moral. La muy hispana práctica de predicar y no dar trigo ha revivido en la política y la cultura de la ira y el conflicto como medio de relación social.

¿A quién beneficia? Esa era la vieja pregunta de las novelas negras y la vieja política. Pregunta que daba lugar a tramas complejas y a descubrir conspiraciones de toda naturaleza.

Lo mismo que la vida política, profesional o académica se ha ido banalizando, la respuesta a la pregunta es, ahora, bastante banal. El beneficiario siempre es alguien que los afectados y afectadas tienen al lado.

Cuídate del fuego amigo es la recomendación que Alcaldes o catedráticos; diputados o futbolistas, artistas o médicos, periodistas y demás personajes de la vida social se hacen unos a otros en los corrillos de cualquier evento.

Hay quien anuncia que su propósito social es dar miedo; quien busca el silencio amedrentando al que compite o quien aspira a algo. Convendría perder el temor. Es la mejor arma contra el fuego amigo.

 

 

Libertad Martínez

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