lunes, noviembre 25, 2024
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La ética del trabajo y la renta básica

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La renta básica va a ser introducida como experimento en Finlandia para dos mil personas elegidas al azar, durante dos años, con 560 € mensuales (el salario medio es 3.500 €). El país tiene un 8% de desempleo. La amplitud y complejidad del sistema de protección social finlandés es incomparable con el español.

La renta básica consiste en dar un sueldo a los ciudadanos aunque no trabajen. Se debate entre algunos economistas y políticos y el Financial Times no la critica, pues parece que no es un invento para los vagos. En España el debate es todavía sobre el salario mínimo, es decir, sólo para los que tienen empleo.

Para introducir la renta básica como remedio al desempleo deberían darse por lo menos dos condiciones en España. Primero, las relaciones laborales deben ser más humanas y no este 'ordeno y mando' al que nos tienen acostumbrados los jefes. Y, segundo, debe existir una ética del trabajo muy diferente.

Nuestra tendencia natural ha sido siempre a dar el mínimo golpe posible, como decía con gracia Josep Pla (y eso que hablaba de Cataluña). Es así por varias razones. Una es que el ambiente laboral dista mucho de ser agradable – abundan los jefes y jefas déspotas, caprichosos, soberbios, creídos, abusones- y esto se puede comprobar en las consultas de los psicólogos, que están llenas de personas amargadas por sus jefes.

Otra razón es que hay poco aprecio del trabajo y, por tanto, una débil ética del mismo. Nuestra  historia es de poca industrialización, de escaso valor añadido productivo. Ni el capitalismo ni el protestantismo de que hablaba Max Weber, ni judíos ni moriscos, que sí trabajaban, que expulsamos. La riqueza española se generó con la Conquista de América, con la esclavitud y la servidumbre. No tuvimos compañías de Indias, empresas de armadores, como los holandeses, sino una Corona. No transformábamos sino que extraíamos mineral con indios y esclavos negros. Exportábamos la lana y el metal, no los transformábamos. Capitalismo rentista y extractivo. Hidalgos. La revolución industrial fue aquí muy superficial y sobre todo se apoyaba en el negocio del Estado, ferrocarriles con capital francés e ingenieros belgas y checos, minería para Inglaterra y  proteccionismo del textil catalán, que bien caro nos salía. Aquí, cuando se empieza a ganar dinero de verdad es con el turismo, vendiendo sol y playa y bloques de ladrillo de pésimo gusto cargándose el paisaje.

Introducir la renta básica en un contexto laboral de baja productividad, no muy tecnológico, pocos directivos amables y comprensivos, débil ética de trabajo, hará que «no compense trabajar». Un país donde la lotería es la panacea de los males, donde todo se le pide a 'papá Estado' ( así el ciudadano medio como tantos hombres de negocios, no empresarios, que no han leído a Adam Smith ni saben quién era), y donde se intenta evadir impuestos sistemáticamente, no está maduro para la 'renta básica'.

En Andalucía ya hay algo parecido a la renta básica, el PER, que ha permitido mantener subsidiados pueblos enteros y disuadir a los emprendedores. En muchos pueblos hay más bares que empresas (aunque, me dirán, un bar es una empresa, al fin y al cabo). Mientras, en estos días, la aceituna la recogen millares de inmigrantes pues muchos locales prefieren quedarse con su PER. Verdades incómodas para los sindicatos, que miran para otro lado y no se dan por aludidos.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

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