Nací sin saber vivir, viví sin saber quién era. Pronto llego el otoño, sin saber que es la primavera. “Solo sé que no se nada”, dijo el filósofo un día, Después miró el cielo y supo que se moría. Yo nada se, ni sabré, tan grande es mi ignorancia, Llegué desnudo al mundo, y me llevare tan solo su fragancia. Nací sin saber vivir; viví sin saber quién era, Pronto llegó el invierno si conocer la primavera.
No supe que la muerte llegaba de golpe, sin avisar. No creo que mi vida haya sido en balde, ya que ni siquiera supe llorar. Ahora sé que no se nada, aunque creo que supe amar. Merece la pena haber vivido este fragmento de tiempo por haber conocido los juncos, por haber olido el romero, por haber tocado el diamante, por haber pisado el espliego.
La vida es un soplo divino, que se pierde en un momento, porque hemos nacido, para volver a estar muertos. Pero aun así merece la pena haber estado bajo el cielo, haber soñado en los sueños, saber estar en silencio y dejarse llevar por el viento.
Mi vida, ha sido un ir y un venir. Un “te quiero” y un “no puedo” y un “hasta aquí”. Mi vida, fue a veces reír, las más llorar, algunas soñar; pero siempre vivir. Ahora, de vez en cuando, me duelen las rodillas, la espalda me causa llanto, y la mirada se me orilla.
Entonces veo la muerte llegar con paso cansino, muy lento. Pero siempre gira y da la vuelta, expulsada sin más, por el viento.
Y vuelvo de nuevo a comenzar, mas cansado, más humilde, más viejo…Como el vino joven que se torna en añejo. Confieso que he amado, confieso que he llorado y confieso que he sufrido. Confieso que he follado, confieso que me he emborrachado, confieso que me he pegado y me han herido.
Así, sin otra cosa que decirles, ruego disculpen mi soberbia sin sentido, porque lo único que pueda interesarles es que confieso que he vivido.
¡Feliz año nuevo!
José Romero