lunes, noviembre 25, 2024
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Metapolítica

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El Museo del Prado tiene una recomendable exposición temporal visitable hasta mediados de febrero: «Metapintura. Un viaje a la idea del arte».

Se nos propone a través de un centenar de obras un viaje desde la Edad Media con el denominador común de la pintura dentro de la pintura, un ejercicio de reflexión interna que en los mejores casos sale disparado de los límites del cuadro y golpea la cabeza del espectador.

Entre otras muchas cosas, con la exposición se vuelve a comprobar que esto del nacionalismo es una imaginativa creación política de poco más de dos siglos, precisamente el Museo del Prado que nace en 1819 -donde se detiene la muestra- es un grito de apropiación y exhibición del arte hispano-español, la tradición hasta el siglo anterior era más internacionalista.

El mismo título de la exposición juega con un prefijo que se utiliza más habitualmente para referirse a la metaliteratura, la literatura dentro de la literatura, con ejemplos entre muchos otros en Borges, Unamuno y el mismo Cervantes encontrando por las calles de Toledo el manuscrito original en árabe del Quijote, con alusiones a la segunda parte de Avellaneda o dialogando los personajes sobre el propio libro con sus aventuras.

Hace referencia el Museo a Cervantes y también a Velázquez como autores destacados en nuestro Siglo de Oro de estos ejercicios de carácter autorreflexivo, en el segundo caso con las Hilanderas o las Meninas, una «pintura sobre la pintura», en la que vemos al autor «representándose en plena acción, y que, entre otras cosas, contiene una importante reflexión sobre los principios de la pintura, los honores que merece este arte, sus servidumbres o las leyes de la representación», nos cuenta el comisario.

La historia de la creación artística está llena de ejemplos donde el creador reflexiona sobre sí mismo y lo que hace.

En el caso de esta exposición las derivadas son apabullantes: la religión, la mitología, la muerte, en muchos casos se intenta prestigiar la actividad artística o la figura del pintor, se quiere también trascender el soporte y en casos abandonar las dos dimensiones.

Existe un límite difuso de genialidad donde la reflexión sobre lo que a uno le pasa o su caso particular trasciende e interesa al común incluso a través de los siglos, cosa nada fácil.

Pasando al arte de la representación y participación en los asuntos públicos, 2017 nace marcado por la metapolítica, la política dentro de la política, ensimismados los partidos en su situación interna.

Por una parte, Podemos preparando su Vistalegre II, que debía ser el tercero, pues algunos recordamos un gran mitin de Zapatero en esa plaza en tiempos anteriores a la nueva política. Pablo Iglesias con sus perdones y el leño de Twin Peaks, Íñigo Errejón traduciendo el populismo del español latinoamericano al español peninsular, y luego ese chico tan simpático de Anticapitalistas del que no recuerdo el nombre.

Ciudadanos anda intentando eliminar de sus estatutos la referencia a la socialdemocracia que nadie se explica cómo entró ni quién la incluyó, y alguna de sus cabezas más mediáticas asegura, con un aire de que no se dedica a la política, que trabajan mucho y hasta han llegado algún día a comer pizza sin salir del despacho.

El PSOE confía que su labor de oposición acabe dando frutos mientras espera hasta junio para el cambio de dirección; y el PP tiene todos los números para perder una bonita ocasión de renovarse manteniendo el Gobierno central, mientras los jóvenes vicesecretarios adoptan el mismo discurso viejuno de sus mayores sin su seguridad ni sus colmillos. Al menos se aclarará la mezcla actual de PP y militares, la continuidad o no de la ministra de defensa de su secretaría general.

Conclusión: vivimos de resaca electoral y ante una nueva amenaza de profundizar la desconexión entre política y ciudadanos. La salida sería que en este proceso interno los partidos consiguieran elaborar algo cercano al Quijote o las Meninas, que sus cuitas internas consiguieran despertar el interés generalizado.

También es cierto que la grandeza de Cervantes o Velázquez se ven mejor con cuatro siglos de perspectiva, el tiempo favorece, la excepción son Aznar y Trillo, cada segundo que pasa más chiquitos y más ridículos en la comparación entre lo que hicieron y sus aires de grandeza.

Ante la introspección de partidos, de EEUU o Gran Bretaña con el falso sueño de recuperar las riendas, de la UE, propongo agarrarse al marco y salirnos del cuadro.

Con cuidado, porque ahí fuera hace frío.

Carlos Penedo

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