Estoy seguro de que a Enrique Bumbury, líder del grupo musical “Héroes del Silencio”, no le importará que haya cogido prestado el nombre de su banda para titular mi artículo.
Y es que ayer, 24 de enero, fue el aniversario de la muerte de unos héroes silenciosos, de un fatal acontecimiento que pudo haber cambiado el curso de la Transición y, por tanto, de la historia reciente de España. Un día como el de ayer, pero de hace ya cuarenta años, se perpetró lo que ya se conoce como la “Matanza de los Abogados de Atocha”.
Aquel frio enero de 1977 un grupo de terroristas armados, pertenecientes a la extrema derecha, entraba en el despacho colectivo de unos abogados laboralistas vinculados a Comisiones Obreras y asesinaba a tiros a cinco personas, hiriendo a otras cuatro.
Resulta evidente la tensión que debió suponer para el gobierno de Adolfo Suárez este brutal atentado de la ultra derecha tardofranquista, en un contexto delicadísimo en el que, por ejemplo, los terroristas de ETA mataban casi todas las semanas.
Creo que, en los acontecimientos que siguieron al brutal atentado, el Partido Comunista, líder entonces de la izquierda, se ganó el respecto de muchos que, como yo, ni somos comunistas ni lo seremos nunca.
Sin embrago el PCE, todavía en la ilegalidad, supo contener a sus militantes, a sus simpatizantes y a los diversos y activos grupos de izquierda, dando a los crímenes una respuesta netamente pacífica, puramente democrática, que cristalizó con el entierro multitudinario de los asesinados y con la manifestación que dos días después de los crímenes reunió en Madrid a decenas de miles de personas. La izquierda escenificaba, además, su primera gran demostración de fuerza en las calles.
Fueron muchas las acciones que las fuerzas partidarias del régimen franquista pusieron en marcha para que la Transición descarrilara, desde las urdidas por los militares afines a la dictadura, hasta las ejecutadas por sectores ultra reaccionarios de la policía.
Pero la cruel matanza de estos jóvenes abogados laboralistas fue, sin duda, la acción que más puso en jaque el proceso de democratización de España y, por qué no decirlo, del liderazgo de Suárez al frente de operación de reforma política más ambiciosa de la historia democrática de España.
Luego, los resultados electorales no serían muy generosos con el viejo Partido Comunista de Santiago Carrillo, sino todo lo contrario, obteniendo el gobierno la UCD y capitalizando el PSOE la mayoría de votos de la izquierda.
En mi columna de hoy, como abogado que soy y al margen de consideraciones o posicionamientos políticos, deseo homenajear a los compañeros muertos, a estos héroes silenciosos de la Transición, asesinados vilmente por defender los derechos de los trabajadores ante los Tribunales de Justicia.
Y así, en señal de respeto, permítanme que escriba sus nombres en esta crónica, a modo de sencillo homenaje hacia sus personas, héroes silenciosos del cambio político en España. Vaya pues mi recuerdo para los abogados Enrique Valdelvira, Luis Javier Benavides y Javier Sauquillo, para el estudiante de derecho Serafín Holgado y para el administrativo Ángel Rodríguez Leal. Y también para las personas que resultaron gravemente heridas: Miguel Sarabia Gil, Alejandro Ruiz-Huerta, Luis Ramos Pardo y Dolores González Ruiz.
Termino mi columna apelando a las sabias palabras del Premio Nobel de la Paz, activista y también asesinado, Martin Luther King, quien sufrió en carne propia el racismo y la segregación, y cuyo mayor logro fue, a mi juicio, saber transformar el sufrimiento y el dolor en energía y fuerza positiva para seguir adelante. Sin duda, por eso permanece vivo en nuestra memoria y en nuestros corazones.
“Cuando mi padecimiento aumentó –dijo Luther King-, pronto me di cuenta de que había dos maneras de dar respuesta a esta situación: reaccionar con amargura o bien transformar el sufrimiento en su fuerza creativa. Escogí esta última.”
Cuarenta años después de la matanza podemos afirmar que vuestro sacrificio no fue inútil.
¡Mi recuerdo, compañeros!
Ignacio Perelló