Rajoy es persona reflexiva y, como se sabe, cuidadosa del modo científico de análisis, según el primo que tenga más a mano.
Es bastante probable que ante la escalada de precios de la energía le haya dirigido, según las normas de la lógica básica, la pregunta adecuada al correspondiente primo que ha canturreado: “que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva” y, sin más, el prócer se ha ido a la radio a anunciar la buena nueva: la luz bajará con la lluvia.
He aquí donde concluyen siglos del proceso tecnológico de los seres humanos y décadas regulando los mercados: en una procesión rogativa, pidiéndole a la Virgen de la Cueva un poco de agua en los pantanos.
A Ustedes igual les hace gracia, pero ya verán cuando les llegue una facturita en que por mismo servicio que el pasado año, 58 euros de factura media en 2016, paguemos un veinte por ciento más, cerca de 70.
La sugerencia implícita en la rogativa del Presidente, es que el agua permite la tecnología más barata y eso permitirá bajar el precio. Pero la cosa, la cosa de verdad seria que el Presidente oculta, es que la lluvia no arreglará el desastre. A corto plazo, la luz bajará si baja la demanda; y a medio solo si aumentan las renovables (incluida el agua, naturalmente).
El nuevo tinglado que dejó organizado el expresidente Soria tiene dos características: es marginal y permite no usar el agua.
Es lo que tiene la economía: los términos no suelen significar lo mismo que en la vida. Así que marginal no significa lo que Usted está pensando sino que es la última unidad la determinante. Es decir, si la última unidad que se usa para satisfacer la demanda es de gas o carbón, toda la energía se paga al precio de gas y carbón. Un incentivo para usar las tecnologías caras
En estos días de record diarios no toda la energía que se ha usado es gas. De hecho, mientras el día 20, se usaba un 14% de energía hidroeléctrica, el precio máximo estaba a 95 euros. Hoy, con el precio máximo tres euros más baratos, se usa menos energía hidroeléctrica, tan solo el 12%. Es decir, no existe la directísima relación que Rajoy establece entre lluvia y precio
Lo que si significa – y la Virgen de la Cueva no debe saber, no cabe felonía entre las divinidades- es que una energía hidroeléctrica tiene un coste cerca de diez veces por debajo de la más cara. Es decir que, cobrado al precio de la energía más cara, las compañías están obteniendo un margen obsceno.
A pesar de que el temporal ha dejado nieve de sobra para abastecer a las centrales hidroeléctricas y el viento ha soplado a favor de la eólica, los precios no han dejado de subir. Las reglas de juego del agua, implican su almacenamiento y permite a las empresas ofertar al coste de oportunidad. Es decir, al precio de otras tecnología menos eficientes.
«Lo que ha revelado la crisis de los precios de la electricidad no es otra cosa que la debilidad reguladora y la pasividad ante los mercados más oligopólicos. Mientras danzamos pidiendo lluvia, los oligopolios ríen.
No es la lluvia; es el mercado. Puede Rajoy encabezar procesiones al modo castellano o encabezar cualquier danza de la lluvia de las que se bailan en medio mundo; entretanto el oligopolio eléctrico reirá, viendo el espectáculo.
Los operadores fundamentales del mercado, las grandes compañías, ganaban cuando amañaban las subastas y ganan cuando aparentemente es imposible hacerlo con mercados horarios.
La invocación de la lluvia cuando se preside un Gobierno produce un grosero pecado de ignorancia: la de las necesidades sociales asociadas al coste de la energía. Un grado de empatía parece exigible.
Pero no; lo nuestro es la Virgen de la Cueva, que llueva, que llueva.
Juan B. Berga