La política española corre el riesgo de perder interés del cinéfilo si acaba reducida en cada partido al montaje del director.
En el mundo del cine así se llama a la película tal y como el director la hubiera concebido, sin condicionantes económicos, sin imposiciones de los productores o del calendario, sin disponibilidad o caprichos de los actores, cosa que raramente ocurre. Casablanca se cuenta que fue el resultado de la casualidad, ni el nombre se corresponde con el Tánger en la que se inspiraba, tuvo media docena de guionistas, estaba basada en una obra de teatro que nunca se estrenó, se rodó íntegramente en decorados, algunos ajenos, el avión del final era de cartón e Ingrid Bergman sacaba un palmo a Bogart que se tenía que subir en cajones para estar a la altura.
Cuando se permite al director de cine dar rienda suelta a su proyecto normalmente es para estirar el chicle del márketing, y el resultado casi nunca funciona. Si Troya, El Padrino o La Guerra de las Galaxias duran tres horas cada una, en la versión del director duran cuatro, hay que adivinar qué ha añadido y no se acaba de encontrar justificación al exceso.
En el rosario de congresos que tienen en marcha, los partidos políticos españoles corren el riesgo de dejar la película exclusivamente en manos del líder máximo, y la ficción pierde interés, porque se empobrece.
Parte del guión de estos congresos está escrito en las ponencias que se elaboran previamente, donde el aparato o los críticos se ven obligados a poner por escrito lo que piensan, lo que siempre tiene interés, aunque probablemente este tipo de documentos no se los leen enteros ni todos los que los redactan, tampoco los que proponen enmiendas, pero están llenos de hallazgos.
Ciudadanos ha mostrado el primero el personalismo de la formación que le hace parecerse cada vez más a la UPyD de Rosa Díez (quien compitió antes por la secretaría general del PSOE). En su congreso han cometido el inmenso fallo de quitar la socialdemocracia de los estatutos, referencia que era pura literatura, disparaba la contradicción y la imaginación naranja del curioso. Han quedado Ribera y sus amigos, cuya creatividad se ha reducido a una frase, buena pero de vuelo corto y gallináceo: «los liberales de Cádiz han vuelto para gobernar España».
Podemos decidió emitir su película en las mismas fechas que el Partido Popular y ya se han debido de arrepentir, les queman los focos. Se enfrentan a la gran decisión de dejar el partido en manos del televisivo director o hacer algo más colectivo. La diversidad del movimiento morado aconsejaría que incluyeran los tres documentos elaborados por las tres patas del partido. Mientras que Pablo Iglesias escribe su ponencia en primera persona, como si fuera un larguísimo guión de La Tuerka, Errejón y sus muchachos han elaborado un sólido tratado lleno de sorpresas: «¿Techo de gasto? ¡Suelo de ingresos!», escriben. Por su parte, los Anticapitalistas utilizan un lenguaje propio («clases subalternas») y a veces hasta inventado, con términos asombrosos como deudocracia y austeritari
Sin duda Podemos podría ser un manantial de imaginación política si consiguiera aglutinar a sus numerosas corrientes, si se impone una de ellas perderá interés.
En cuanto al Partido Popular, gobernando carece de cualquier incentivo para innovar. Con la primera condena a Correa, financiación ilegal reconocida por empresarios y Rato concediéndose subvenciones a sí mismo, los papeles de su congreso hablan de «perspectiva humanista cristiana», de «haber dado respuestas contundentes ante el daño de la corrupción»; de haber «incorporado los conceptos de honorabilidad e idoneidad para los cargos tanto orgánicos como públicos»; «reivindicamos el indeclinable principio democrático de la alternancia política», añaden. Rajoy es como un galápago de Florida, si le pinchas se mueve (como hizo Pedro José en 2008; o cuando el fantasma de Aznar se manifiesta en el vaho del espejo al salir de la ducha) y si no hace falta puede estar enterrado un año sin comer, como mucho ofreciéndose a mediar entre EEUU, Eurasia, África y Oceanía.
El PSOE ha decidido no presentarse a concurso en estos festivales de febrero de 2017 y apuntarse al cine de verano. Se verá entonces si consigue la hazaña de hacer una película sin director, solo con guionistas, o el que se elija puede levantar el guión que le pongan sobre la mesa, guión adaptado sería, también hay un premio para eso.
Como vemos en los Goya y los Óscar, rodar una película es una labor coral en la que intervienen decenas de profesionales, aunque para simplificar personalicemos el mérito en el director; recordemos que el galardón a la mejor película lo recogen los productores.
Pero sin guionistas, sin robo de joyas en los camerinos, sin trajes prestados o alquilados, sin el recuerdo de los meses o años en paro, sin peluqueros, sin música, montadores, sin actores secundarios, el director poco podría hacer.
Al margen de la realidad que les rodea, en solitario, exclusivamente con su proyecto personal, los caudillos pierden interés. Si les dejas sueltos te construyen el Arco de la Victoria o el Valle de los Caídos y luego dinamitarlos parece revanchista.
Lo mismo se podría aplicar hasta al director de un periódico: el producto que sólo él tiene en la cabeza quizá no lo leería nadie.
Carlos Penedo