La presión sindical responsable realizada en la calle y en las instituciones da sus frutos. Esta presión ha empujado para que en Madrid la correlación de fuerzas varíe y el rodillo ultraliberal ya no campe a sus anchas como si la región fuera un cortijo de gobernantes sin escrúpulos.
El resultado de las elecciones sindicales ha confirmado el fracaso de ocurrencias e iniciativas pseudosindicales, surgidas a diestro y siniestro, que desconocen lo que es una empresa y una institución, y ha certificado que la única interlocución válida con la clase trabajadora es aquella representada por el sindicalismo de clase, con CCOO a la cabeza.
A pesar de los intentos privatizadores de grupos empresariales en complicidad con el PP más ultraliberal, la sanidad pública madrileña y española sigue siendo una de las más potentes del mundo. Profesionales y ciudadanía; sindicatos y tejido social, venimos defendiendo con uñas y dientes un sistema que es de todos, de toda la sociedad. Precisamente como defensores de este sistema solidario estamos en permanente estado de reivindicar su mantenimiento y su mejora.
Es la clase trabajadora la principal usuaria del sistema público sanitario por lo que nunca tiraremos piedras contra nuestro propio tejado. Lo que hacemos, y seguiremos haciendo, es vigilar y exigir que no se nos caigan encima los techos de los hospitales.
Igual que vamos a seguir exigiendo la reducción y desaparición de las interminables listas de espera. Nuestro objetivo es recuperar y mantener la calidad del servicio que se presta.
Recientemente denunciábamos las deficiencias de algunos grandes hospitales de Madrid: Doce de Octubre, La Paz, Gregorio Marañón… Grandes centros, ya con muchos años a sus espaldas, en los que una simple avería termina degenerando en un drama.
Denunciábamos la reducción de un 77 por ciento en la inversión de la sanidad pública madrileña y reclamábamos la inclusión de un plan urgente de inversiones para los centros sanitarios públicos en los Presupuestos Generales de la Comunidad de Madrid para 2017.
De un tiempo a esta parte parece que todo ocurre a velocidad de vértigo, pero es bueno parar, templar, echar un ojo al retrovisor para ver la historia próxima y tomar decisiones. Hemos de recordar que cuando la Comunidad de Madrid recibió las competencia sanitarias, entre 2002 y 2006, se produjo un incremento en las inversiones de la Consejería de Sanidad. En 2002 esa inversión era de 196,92 millones de euros y en 2006, de 243,86 millones, en buena medida porque muchas de las obras y mejoras en los centros sanitarios ya venían comprometidas desde el extinto INSALUD.
A partir de 2006, el Gobierno de la Comunidad de Madrid, bajo la batuta de Esperanza Aguirre, apuesta por la construcción de diez nuevos hospitales, seis de gestión pública pero construidos con financiación privada, y cuatro de gestión privada. Esta decisión, unida a los efectos de la crisis, recortes y privatización de servicios de mantenimiento, ha propiciado unos terribles efectos en la conservación y mantenimiento en el resto de centros sanitarios de la Comunidad de Madrid.
Como a los que somos de ciencias nos gustan los datos, me remito a los recogidos en el Instituto de Estadística de la Comunidad de Madrid, en los que se observa cómo el gasto en conciertos con el sector privado se ha incrementado en casi 700 millones de euros, pasando de 224,96 millones en 2002 a 921,25 millones en 2015. Por el contrario, el gasto en inversiones en la sanidad pública en ese mismo periodo, se ha desmoronado, pasando de 164,92 millones a poco más de 32 millones, lo que suponía una pérdida del 77 por ciento.
El pasado jueves, después de nuestras denuncias, el consejero de Sanidad, Jesús Sánchez Martos anunciaba en el Pleno de la Cámara regional que la inversión prevista para infraestructuras madrileñas será de 130 millones de euros hasta 2019. De ellas, 82 millones, el 63,15 por ciento, se destinarán a La Paz, Gregorio Marañón, 12 de Octubre y Ramón y Cajal.
Reclamamos un buen mantenimiento de los viejos hospitales, pero no podemos olvidar el estado de los centros de salud. La sanidad pública madrileña requiere de un plan urgente que permita acometer las reformas y obras de acondicionamiento y mantenimiento. Un plan que también tenga el carácter preventivo que precisan la inmensa mayoría de los centros sanitarios públicos de la región.
Sin duda, la partida económica anunciada es aún insuficiente, pero supone un pequeño giro de timón hacia el puerto que es nuestro objetivo: una sanidad madrileña pública, de calidad, que preste un servicio adecuado a sus potenciales usuarios, nosotros, nosotras, la clase trabajadora.
Jaime Cedrún