Uno de los mayores cambios experimentado por la sociedad española es las últimas décadas ha sido el salto desde el Surtido Cuétara a las galletas danesas.
Muchos podemos recordar de nuestra infancia la emoción de la caja de galletas patrias, sus dos pisos, la variedad y hasta el lujo de los ejemplares envueltos en papel de color, que se compraba exclusivamente como atención a las visitas y por tanto rompía la monotonía familiar de los días laborables en blanco y negro de galletas María.
Para ser justos hay que reconocer que Cuétara ha mejorado el producto considerablemente, aunque en su contra -aparte del lío entre sus accionistas- cabe contraponer el poder de atracción de la mantequilla y que las danesas mantienen además la caja metálica que siempre se puede reciclar para las cosas del coser, la ferretería menuda o el betún.
Probablemente el cambio sociológico hispano más que el tipo de galleta es que podemos comprar cualquiera de las dos o ambas sin compartirlas con ajenos al núcleo duro familiar.
En este sentido, el crecimiento del PIB, como certifican los sociólogos, es un indicador científico de vacuna contra conflictos nacionales violentos, no hay guerras civiles por encima de un cierto nivel de renta per cápita, que nosotros probablemente tripliquemos. Lo anterior descalifica cualquier comparación interna o externa de lo que nos ocurre con los años 30 del siglo XX.
Viene este arranque con galletas a cuenta de la identidad nacional, porque Dinamarca ha pasado la segunda mitad de 2016 votando por los valores patrios, han organizado una suerte de sondeo electrónico para elegir lo que les caracteriza como daneses.
Para los sinceramente preocupados sobre qué es ser español, incluso por la propia pregunta, hay que indicar que este cuestionamiento está más extendido de lo que parece y los cambios de todo tipo hacen interesante cualquier esfuerzo de aclarar el panorama.
Volviendo a Dinamarca, más de 325.000 personas han participado en este intento por fijar el canon danés (proporcionalmente es como si hubieran votado más de dos millones de españoles), votación electrónica que ha sido apadrinada al menos por el Ministerio de Cultura de ese país, que ha querido glosar cada uno de ellos para acotar su interpretación.
A continuación los valores elegidos que han definido democráticamente la identidad danesa, algo así como la dinamarquidad:
Libertad. «La libertad es el valor fundamental de la democracia danesa. En la tradición occidental la libertad de la población está ligada a la libertad del individuo», matiza el Gobierno danés.
Igualdad ante la ley. «Dinamarca está a menudo en la cima de las encuestas internacionales sobre confianza y baja corrupción», presumen.
Igualdad entre sexos. «La sociedad danesa se basa en la igualdad entre los sexos. Esto significa que los hombres y las mujeres deben tener los mismos derechos y oportunidades», señala Hans Pero Grullo.
Hygge. Término intraducible, «una forma especial de estar juntos en un ambiente relajado». Algunos lo definen como espacio psicológico seguro.
Sociedad del bienestar. «En la sociedad de bienestar danesa, los residentes disfrutan de un alto nivel de protección contra los riesgos sociales y físicos y se benefician de una variedad de bienes públicos», dice su Gobierno.
Confianza. «La cultura danesa de la confianza se basa en la expectativa de que sus conciudadanos e instituciones públicas son confiables», dicen de sí mismos las instituciones públicas danesas.
El idioma danés. «El danés es la lengua materna de más del 90 por ciento de la población de Dinamarca. El lenguaje no es sólo una herramienta de comunicación; es un portador de cultura».
Asociacionismo y voluntariado. «Las asociaciones constituyen una forma básica de organizar las comunidades en toda Dinamarca», aseguran.
Mentalidad liberal. Este asunto es resbaladizo, porque cambia según la orilla del Atlántico. Al PP le gusta la etiqueta y Ciudadanos acaba de patentar el término y la genealogía desde 1812. El ministro danés dice que «la mentalidad liberal se basa en la premisa de que todas las personas deben tener el derecho a decidir sobre sus propias vidas. Demostrar liberalismo significa tener una actitud y mentalidad abierta y tolerante».
Herencia cristiana. «El concepto de caridad del cristianismo y las ideas protestantes sobre la importancia del trabajo, la responsabilidad personal y la igualdad de todas las personas ante Dios han dejado su huella en la moderna Dinamarca», nos dice el Méndez de Vigo danés.
Por tanto, democracia, protección social, el idioma de la madre y algún concepto local intraducible como lo son también saudade, morriña, jamón ibérico, siesta, flamenco, repeluco.
La tranquilidad de espíritu y el idioma hacen peculiares a los daneses y a mí mismo, sólo añadiendo algún matiz como que en estos tiempos de globalización y en este sur de Europa a la herencia cristiana habría que añadir la islámica e incluso la judía, más la atea.
Confieso casi total desconocimiento de la realidad danesa, aunque firmara la mitad de sus valores patrios, más allá de alguna visita juvenil a la Ciudad Libre de Christianía (Copenhague), manzana okupa de hippies aficionados a fumar hierbas y al kebab que ha criado un cantante actual de éxito, Lukas Graham, salido de ese experimento social.
Se lee en prensa alguna noticia inquietante sobre reacciones danesas a la globalización, pero su experimento sociológico es útil porque da pistas. Nuestra identidad está formada por un Estado que garantiza libertades, protección social y cierta distribución de rentas, más algún componente cultural como el idioma más alguna peculiaridad propia poco agresiva con el vecino que alude a sentirse en comunidad.
Nota: fuera del danés, no hay quien encuentre la encuesta anterior salvo una sola referencia periodística en inglés. Se deduce que la preocupación por la identidad nacional afecta a los nacionales, como eso de la Marca España de Rajoy, son ejercicios de introspección, no de expansión exterior.
Carlos Penedo