El problema de los dioses suelen sus portavoces; se lo tengo dicho. Desde hace dos mil años la iglesia católica recela del carnaval; más o menos desde la misma época, lleva la misma iglesia tratando de meterse en nuestros pantalones y nuestras faldas para administrar como usamos la entrepierna.
Es exactamente, el mismo tiempo que los seres humanos llevamos encontrando la vía de escape: el glorioso pecado. Dicho de otra manera, frente a portavoces iracundos, laicismo desaforado.
Lo que es nuevo es que un obispo compare un accidente aéreo con la actuación de una ´drag queen´ o que una secta, con nombre raro y símbolo parafascista – el Yunque-, financie un autobús cargado de ira. Es nuevo porque son tiempos nuevos: hay un exceso de odio.
La crisis del estado del bienestar nos ha traído la cultura del conflicto; se acabó la transacción, el diálogo o la concertación; de la tolerancia, ni hablamos. Hay mucho portavoz del odio.
“El que más chifle capador” es el lema de estos días donde la bronca es el método para defender ideas, proyectos y creencias.
El Obispo que en Canarias comparó la actuación de un ´drag queen´ con un accidente que arrasó la vida de más de ciento cincuenta personas es un portavoz del odio en curso. Del mismo modo que lo son los organizadores del autobús del odio que recorría las calles de Madrid.
Uno no es mucho de ofender las creencias de nadie, así que no me veo haciendo caricaturas de Alá o performances de vírgenes ´drag´. Tampoco irritándome porque haya alguien que lo haga.
Resulta chusco y hasta risible, aunque no una broma, que un obispo o un imán pueden condenarte al infierno o a la muerte, terrenal o celestial: siempre habrá algún imbécil que lleve al pie de la letra la fatua o el pregón. Lo que resulta criminal es que tales creencias acaben sosteniendo cualquier clase de odio, especialmente si se trata de opciones vitales.
Andamos aún con la última resaca de Carnaval. Aún cantáis y reís paseando sardinas. Ah, crédulos: arrepentíos. Del otro lado de la ciudad, a lomo de infectos autobuses colorados, llega una onda imparable: el morado se apodera de los tabernáculos; centenas, que digo, millares de devotos encenizan su frente y, obispos, curas y autobuses, siempre atentos a la evolución estacional del negocio, anuncian la cuaresma y la ceniza.
“Recuerda que eres polvo…” Hay aquí un problema de coherencia entre símbolo y mensaje: así no hay quien se convenza de que la pasión católica es alegría. Permitamos que la tristeza se apodere de sus vidas pero impidamos que el odio gobierne la nuestra.
No debían ser muy alegres antaño aquellas fechas de cierres de mancebías (si; es que el día de la ceniza se iniciaba lo de las “putas en cuaresma”), de primeros ayunos en tiempos de hambrunas o de discursos en las plazas de inquisidores y “picos de oro”.
A Ustedes les hablan de Cuaresma y piensan en las primeras torrijas o en potaje de taberna. Pero un Obispo o una secta parafascista nos gritan ¡Arrepentíos! Si; son unos cenizos; pero también portavoces del odio.
“Memento, homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris” (Recuerda, hombre, que eres polvo y que en polvo te vas a convertir). A que no se acaba de pillarle la alegría al asunto; a que no.No sean cenizos, no odien.
Juan B. Berga