Hoy, 8 de Marzo, las mujeres hemos sido visibles. Los ministros que no ponen dinero para la igualdad; los empresarios que nos pagan un tercio menos que a los hombres; los obispos que desprecian la visión de género; los muy progres directores de medios que no nos dieron la noticia de apertura; incluso los que nos violentan. Hoy, todos han hablado de nosotras.
Todos han reconocido la insultante desigualdad y la despreciable violencia machista. Es el calvario anual, piensan, que deben pasar. ¿Creen Ustedes que unos y otros serían capaces de reflejar mañana la misma inquietud? No; Ustedes no lo creen y todas sabemos que la intención es que la agenda política pase de nosotras, y a otra cosa mariposa.
Pero quizá cometan un error. Las mujeres estamos empeñadas en que mañana, pasado y al otro, sea 8 de Marzo. Advertidos deben quedar los señores: el combate por la visibilidad de nuestros derechos no se reduce a un día al año.
Hoy, las mujeres nos miramos y sabemos que, la estadística es lo que tiene, mañana o pasado una de nosotras será asesinada. Hoy, las mujeres sabemos que nuestro salario seguirá siendo inferior al de los hombres. También sabemos que ascenderán a un juez, seleccionarán a un bombero, nombrarán a un catedrático. Y sabemos que será hombre.
Tenemos un problema de justicia sexual, económica y racial. Y si las mujeres no lo hacemos visible no lo resolveremos.
No vamos a guardar silencio: mañana, pasado y al otro, será 8 de Marzo y los señores tendrán que aguantarse. Hemos aprendido, sépanlo caballeros, sobre la visibilidad. El 8 de Marzo nos propone una reflexión y lucha sobre una realidad: la participación, el reconocimiento y la visibilidad de las mujeres en todo el mundo son esenciales para afrontar los retos a los que se enfrenta la sociedad. Pero no podemos dejarlo en una jornada; es insuficiente.
Hay un mundo que no cambia, de un lado a otro del planeta: el mundo del trabajo sin recompensa; niñas y madres que sostienen a la familia con trabajo sin paga y con una trayectoria vital muy distinta de la de los hombres de la familia.
Tenemos un problema de justicia sexual, económica y racial: el derecho a nuestra sexualidad, al aborto; a la salud reproductiva, a que nuestro vientre no se compre con dinero; al trabajo; al salario. Para más de un centenar de mujeres, será a final de año, también, el derecho a la vida.
No me molestan las camisetas feministas de Gucci, Dior o Gurung; tampoco los gorritos violeta de Beyoncé; nos hacen, también, visibles. Pero este toque de élite feminista no es el que nos hace fuertes. Nos hace fuertes el compromiso visible de las mujeres más anónimas con la causa de la igualdad. Ese es el valor de las sindicalistas, del movimiento feminista, de la lucha de las mujeres en barrios y ciudades.
Hemos de hacer que el 8 de Marzo se prolongue para que nuestra agenda domine la agenda política. Hemos de hacernos visibles para que nuestra presencia se imponga en el escenario. La Agenda y el escenario es lo que domina en la sociedad y la política actual; ese es el espacio que las reivindicaciones de las mujeres deben ocupar. Esa, sépanlo señores, es nuestra estrategia hasta que la igualdad sea un hecho.
Francamente no creo en un cielo de igualdad anunciado por ningún profeta, que muy probablemente acompañará su promesa con comentarios privados deleznables.
Creo en un proyecto de igualdad protagonizado por las mujeres. Un proyecto que nos permita apoderarnos del tiempo, de la conversación, el escenario y la agenda. Solo así la igualdad será posible.
Libertad Martínez