Decía Montaigne que “la verdadera libertad consiste en el dominio absoluto de sí mismo”; en la templanza, en el respeto a la libertad de los demás. Pero desde hace un tiempo se ha instalado en una parte de la siempre “bienpensante” izquierda radical, barnizada con su clásica superioridad moral frente al resto de la sociedad, el tótem del linchamiento ideológico, de la falta de respeto sistemática a quien no piensa como ellos.
Por ello, una señora que ejerce de líder de Podemos en Galicia puede decir en un tuit que los del PP de Galicia asesinan mujeres, y quedarse tan ancha. Y cuando se le pide explicaciones por semejante atroz afirmación, aún responde que es una cuestión ortográfica ya que al texto le faltaba una coma para entenderse correctamente y, de paso, volver a echar la culpa una vez más al Gobierno de Feijóo de no tomar las “medidas oportunas” para detener la violencia de género. Naturalmente, todo ello sin pedir disculpas.
Que esta “lideresa” de Podemos en Galicia deje caer que el Partido Popular es responsable, directo o indirecto, de que haya mujeres que sean asesinadas, es de una zafiedad tan brutal como la utilización, como ataque hacia un rival político, de los desgraciados casos de violencia de género. Eso sí, nunca veremos a esta lideresa de Podemos acusar de lo mismo a los dirigentes de aquellas comunidades donde gobierna la izquierda. Y en ellas, por desgracia, también se producen víctimas de género.
Este es también un país donde un concejal del PSOE de Villarrobledo, en Albacete, se disfraza de terrorista yihadista en el Carnaval de su pueblo, y sale por la calle con un arma fingiendo matar a alguno de sus paisanos. Una auténtica ofensa a las víctimas del terrorismo, sin duda. Y, obviamente, una falta de la más mínima humanidad, porque hacer chanza sobre el dolor ajeno y el fanatismo terrorista sólo demuestra una gran miseria moral. Pero de momento ahí sigue: aferrado al sillón. Como también lo está en Madrid el 'humorista' Guillermo Zapata, el de los tuits de “humor negro”, en los que nadie, salvo él mismo, encontró la gracia. Ya se sabe que para algunos el humor, expresión muy sana por otra parte cuando se ejerce sin ridiculizar a otras personas, es la gran excusa que suelen utilizar para soltar su bilis particular. Incluso a diario desde una televisión y en prime time.
Y hablando de televisión y de la excusa del humor, en este caso para evidenciar el racismo y xenofobia marca “Sabino Arana” de siempre… Este es también el país donde la izquierda radical no se escandaliza de que en un programa de una televisión autonómica, como la ETB vasca, pueda llamarse a los españoles “fachas”, “chonis”, “paletos” y no pedir responsabilidades por ello. ¿Se imaginan que en una televisión regional francesa se dijera lo mismo de sus compatriotas? Será que la izquierda radical tampoco se siente identificada con otro improperio que se vertía contra los españoles, el de “progre”. Para ellos, los “progres” serán los de la “cal viva” y adláteres. Los mismos que les han permitido gobernar en las principales ciudades españolas. Los mismos “progres”, siguiendo su pensamiento, que permiten que Ada Colau siga al frente del Ayuntamiento de Barcelona y cambie el nombre de la plaza de la Hispanidad o quite el busto del jefe del Estado. La hispanofobia de Ada Colau es tan conocida como el sueldecito con dinero público que su antecesor en la Alcaldía del Barcelona, Xavier Trías, de la ahora independentista Convergencia, le consiguió durante un año mientras era líder de la PAH. ¡Todo financiado con dinero público pero no para el público! Este debe ser el eslogan del nuevo despotismo ilustrado que practican en la izquierda radical.
Lo más grave de todo es que quien se atreve a criticar estas conductas desde un medio de comunicación o simplemente plasma su opinión con libertad, puede ser escrachado. Que se lo digan -otra vez más- a la actriz Marta Etura, que protagoniza la película “El guardián de la noche”, donde también participa la supuesta actriz “humorista” de ETB. Etura fue una de las abajo firmantes del equipo de la película que se desmarcaba de los hechos acaecidos en la televisión pública vasca. Y claro, el gran justiciero de la izquierda radical, Willy Toledo, le dedicó unas bellas palabras en forma de insultos denigrantes. Que desde una televisión pública, o sea de todos, se practique el racismo debe ser algo normal para este exiliado en el paraíso cubano, donde sólo conocen la palabra “urna” cuando se trata de rendir un último homenaje funerario a sus amados líderes comunistas.
Y por si no tuviéramos poco, la izquierda radical también se ha sumado al coro de insultos contra la Asociación de la Prensa de Madrid, solidarizada y preocupada por el “amedrentamiento y amenazas” que reciben periodistas que cubren la información de Podemos y publican informaciones que no son del agrado del “partido de la gente”. Ya lo dijo Pablo Iglesias: “Que existan medios de comunicación privados ataca a la libertad de expresión. Los medios de comunicación tienen que tener control público”. O sea, el control suyo y el de su partido político. Y mientras tanto linchan a la APM y a su presidenta, Victoria Prego, una señora que a su parecer sólo debe ser famosa por haber entrevistado alguna que otra vez a Adolfo Suárez. Para ellos, la práctica habitual es denigrar a quienes les llevan la contraria para que no tengan que cerrar el chiringuito.
Parece impropio después de casi 40 años de Democracia que a estas alturas tengamos que hablar de uno de los bienes más valiosos que nos ha deparado el sistema constitucional de 1978, ese que los mismos antes referenciados quieren derribar al grito de que no les representa, a pesar de que ya están cómodamente representados en las instituciones. Pero vivimos en una España donde lo kafkiano se asoma por la ventana con los primeros rayos de sol, y donde aún hoy debemos escribir en defensa de un valor fundamental como la “libertad de expresión”. Esto en otros países democráticos no sucede. Y no somos por fortuna la Venezuela de Maduro, pero está claro que hay algunos que se niegan a evolucionar. O que preferirían evolucionar hacia otro modelo: el autocrático.
Borja Gutiérrez