Vivimos a golpe de moda, y una de las últimas es teorizar sobre la “postverdad”, fundamentalmente tras la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses. Nos ponemos muy solemnes con la “postverdad”, algo que no es otra cosa que mentir, si acaso compulsivamente. Y este asunto lo sufrimos en nuestro país con harta frecuencia desde hace mucho tiempo. ¿Se nos han olvidado las mentiras de Aznar, del PP y de la 'conspiranoia' mediática sobre los bárbaros atentados del 11M?
Hasta hace trece años, cuando alguien citaba “la matanza de Atocha, el atentado de Atocha…” sin duda se refería a los asesinatos fascistas perpetrados contra los abogados laboralistas de la calle Atocha. Este año estamos conmemorando el 40 aniversario de aquel hecho que, sin duda, cambió el rumbo de este país hacia la democracia. Con mucha perseverancia, especialmente por parte de la Fundación Abogados de Atocha, estamos logrando preservar la memoria de los de Atocha y sacar a la luz la verdad de aquel vil asesinato fascista. Un hecho imprescindible para entender la historia de España que sistemáticamente se ha intentado ocultar por los poderes de siempre.
Hace trece años, Atocha –ahora la Estación- volvió a ser terrible protagonista del terror. José María Aznar metió a este país en una guerra como fiel marioneta que era de aquellos Estados Unidos dirigidos por George Bush. Acción-reacción, y el terrorismo yihaidista respondió asestando un duro golpe a los madrileños. El Gobierno generó una de las más burdas mentiras para sacar rédito electoral culpabilizando a ETA de aquella barbaridad. El más brutal acto sanguinario desde la Guerra Civil asesinó a 192 vecinos de nuestra región. Casi dos mil resultaron heridos.
Las víctimas lo fueron por partida doble a causa de la incomprensión, el maltrato, los insultos, las manipulaciones, las amenazas lanzadas desde el PP y sus voceros mediáticos más radicales. La respuesta, igual que en el caso de los abogados de Atocha, fue la dignidad y la decencia.
Ayer fue un día duro como cada 11 de marzo desde el año 2004. Ayer acompañamos en el dolor a las víctimas, a sus familiares, a sus amistades. Pero también hicimos un acto de rebeldía denunciando cualquier tipo de terrorismo: político, religioso o machista. Es lo mismo que venimos haciendo también cada año, desde hace ya cuarenta, cuando conmemoramos los asesinatos de los abogados de Atocha, porque la genética de las Comisiones Obreras está hecha de pacifismo y de solidaridad con los más débiles.
Cuando nacieron las Comisiones Obreras, su músculo fue creciendo con miles de españoles que emigraban del campo a las ciudades, huyendo del hambre y también, en muchos casos, de persecuciones políticas. Ese drama español, ahora es tragedia con los refugiados a los que esta Europa desconocida y maldita impide el derecho al asilo y a los que los Estados Unidos de Trump rechaza en aeropuertos internacionales o levantando muros imposibles.
Esos refugiados también son vilipendiados, incomprendidos, maltratados. Se nos quiere hacer creer que son terroristas para mayor gloria de los populismos neofascistas que brotan peligrosamente por el mundo occidental. Esos refugiados deben ser una prioridad para las Comisiones Obreras, igual que en su día los fueron los emigrantes interiores. Lavapies hoy es paquistaní, hindú o marroquí y no hace tanto fue manchego y extremeño; Usera es asiático y no hace tanto fue andaluz. Donde hoy hay ecuatorianos, peruanos, venezolanos…, antes hubo miles de personas españolas buscándose la vida. Personas explotadas que hubo que organizar para conquistar derechos. Las personas que hicieron arrancar este país. Los actuales refugiados y emigrantes son quienes deberían garantizar el futuro de nuestras sociedades. Son los aliados. Deberían ser los cómplices, no los enemigos.
Ayer fue un día duro en el que volvió a golpearnos el recuerdo de los cuerpos mutilados, la sangre y el terror. Pero el futuro es de esperanza con una juventud más comprometida de lo que nos hacen creer. Una juventud que desborda Madrid exigiendo igualdad de derechos para hombres y mujeres el 8 de marzo; una juventud que rechaza la violencia machista, que rechaza claramente la homofobia o la transfobia enfermiza de los que siempre quieren imponer sus creencias a golpe de crucifijo; una juventud que sale a las calles exigiendo una educación pública, de calidad, tolerante.
Ayer fue un día duro, pero también de dignidad y decencia.
Jaime Cedrún. Secretario General de CCOO de Madrid.
Jaime Cedrún