lunes, noviembre 25, 2024
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Propiedad particular, prohibido el paso

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Vivimos tiempos de cobardía, de miedo al otro. Las fronteras, esos inventos históricos, muchas de ellas artificiales, fruto de guerras, tratados y convenciones, se refuerzan. Sobre ellas construimos muros y alzamos alambradas. Desde El Paso hasta Melilla, desde Lesbos a Hungría, de Birmania a Sudán, hemos fortificado nuestras antiguas fronteras sacrosantas, nuestras marcas territoriales, creando además campos de concentración. Los fabricantes de alambre de espinos no han hecho mejor negocio desde la Primera guerra mundial.

Las fortificaciones se construyen por el miedo. Por miedo y egoísmo. Europa siempre ha sido una tierra más de emigración que de acogida. Por eso nos parecía natural que las Américas nos abriesen sus puertas. En otros lugares, las forzábamos. Hoy nos parapetamos tras muros y decisiones de carácter jurídico, a la defensiva.

Los europeos vivimos una crisis de identidad, una identidad que fundamos solamente en el ius sanguinis, en vez de en nuestras instituciones y nuestras tradiciones legales, respetuosas del individuo. Identidad es algo más que una lengua o una religión, es el derecho de gentes, el respeto a la persona, el libre albedrío, las libertades de expresión y de creencias. Esa es la verdadera identidad europea que ahora es puesta en duda por los nacionalismos.

Sin embargo, como nos encantan los gestos y somos noveleros, como nos gusta la caridad y la beneficencia, no paramos de hablar de solidaridad y de hacer colectas y firmar comunicados. Hace unos días, Francisco Frutos, antiguo dirigente del Partido Comunista de España, denunciaba ese tufo caritativo de la manifestación de Barcelona a favor de los refugiados. En la manifestación no se decía una palabra de las causas de esos aluviones de refugiados, sean económicos o políticos, solo de la caridad, de ayudarles. Lo que está muy bien pero es sólo una parte del problema.

¿Quién induce esas guerras? ¿quién se hace millonario vendiendo armas? ¿de dónde vienen esas armas, qué fábricas y qué obreros las hacen?¿quién se forra transportando africanos en contenedores, en barcas precarias, en buques fantasmas de africanos errantes?

Pero la culpa de nuestro egoísmo parece siempre que no es nuestra, sino de Trump, de Putin, de Erdogan, de quien sea, pero no nuestra. Nosotros nos consideramos justos y benéficos aunque tengamos nuestras zonas de no-derecho como son los CAR, los llamados Centros de Acogida. Welcome refugees. Refugiados, ¿por qué, de dónde y a dónde?

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

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