martes, noviembre 26, 2024
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Cuando los parquímetros eran la internacional

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La memoria es tan cruel como la hemeroteca. Y una recuerda; recuerda aquellos días en que las empresas de Arganda, mi Ciudad, huían de los polígonos a golpe de crisis, en los mismos días en que, desde Carabanchel a los territorios del Concejal Valiente, hubo quién descubrió la nueva lucha de clases: el parquímetro era la lucha final.

Los mismos y mismas, hoy convertidos en alma “garzonista” de gobierno, descubren las bondades del parquímetro, las multas y la Ciudad para pijetes con pasta.

Madrid pretende una nueva regulación del Servicio de Estacionamiento Regulado (SER) de modo que la llegada de foráneos a los barrios no molesten a los residentes. Una privatización, por cierto, contraria a lo que se está defendiendo fuera de la capital, donde la regulación de aparcamientos se está rechazando. Una incoherencia; pero, entiéndanlo: no esta hecha la miel para la periferia.

Sánchez Mato financiará su falacia presupuestaria a golpe de multas. Las concejalías de distrito permiten en Chamberí las terrazas que prohíben en Salamanca, porque lo progresista va por barrios. La alcaldesa de la Ciudad convierte en “tercermundista” la ocupación, antaño protegida, La “perfomance” berlinesa, que epata a la pijería más papanata, paraliza la cultura madrileña por unos años, mientras ofende a Max Aub, al que no conocía, naturalmente.

“Ahora se hará, porque ahora sí se puede, un Madrid para el pijerío  y no para cutres de derechas. Coches caros y modernísimos rodarán por la ciudad: hoteles carísimos rodearán la Gran Vía y modernísimos edificios crecerán en Chamartin.”

No hay que preocuparse. La Ciudad se libera de los del Sur que vienen de copas y ya nos pagarán la Ciudad los constructores de Chamartin, que para eso hemos firmado con Rajoy y el BBVA, a espaldas de Cifuentes,

El Concejal Valiente, antaño, proponía arrancar, en la lucha final, los parquímetros del asfalto. Hoy, pretende completar la privatización del aparcamiento madrileño. Con la misma eficacia que Sánchez Mato regala a la banca 1,8 millones de euros, a cuenta de anticipar pago de deuda, los “garzonistas” se aprestan a acabar con el sistema. El capitalismo escucha, se carcajea y se apunta a la revolución pija.

El sistema que nos proponen es, efectivamente, otro: una ciudad para jóvenes de clase media, con servicios pagados a golpe de sanciones de los de fuera e inversiones del capitalismo «patriótico», tipo BBVA.

Sus padres  practicaban y financiaban la solidaridad, el encuentro entre Norte y Sur. Lo que la comunión entre “garzonistas” y populismo “pablista” nos propone es que los del sur que se trasladan a trabajar al norte, ahora como siempre, tengan problemas de movilidad; una Ciudad prohibida para el ocio de los “normales”, cuya urbanización silente sea pagada por las construcciones de Chamartín y un par de inversores chinos.

Un día de estos tengo que preguntarle a Sabanés por qué, ya que tengo un coche de más de doce años que no puedo cambiar, debo pagar 18 euros para ir y volver con nieto y nieta al Retiro. Mucho rollito fetén pero ni un duro, ni frecuencias, ni tiempo para el transporte público. Eso si, negocio para el híbrido carísimo de la muerte, o sea.

Hubo un tiempo que los parquímetros eran la bicha. Probablemente un exceso ideologizante de quien no conocía la Ciudad. Ahora, nos vamos al extremo contrario, también en un exceso de protección de quien no conoce la Ciudad. El resultado será la privatización de Madrid, el aluvión de multas y medidas compulsivas. Una sigue echando de menos el apoyo al transporte público. 

Libertad Martínez

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