domingo, noviembre 24, 2024
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Made in China

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Como todos ustedes saben, cuando uno se levanta al alborear el día, lo primero que debe de hacer, es leer la prensa. Antiguamente el ritual era diferente: se iba uno al quiosco y compraba un periódico en papel, para a continuación tomarse un café con churros en el bar de toda la vida, mientras ojeaba las noticias en busca de alguna información que te llenase la mañana.

Ahora, se enciende el ordenador y como por arte de magia, ahí tiene uno todo lo que desea ¡Y además actualizado constantemente!

Pues bien, esta mañana me he desayunado con la noticia de que agentes de la Policía Municipal del Distrito Centro, han requisado unas estatuillas falsificadas de Don Quijote y Sancho Panza. Naturalmente, que todo lo falsificado procede del sudeste asiático, especialmente de China.

¡Pero esto clama al cielo! Ya no se respeta lo más sagrado, que es la cultura de un país. Los magníficos personajes de Don Miguel de Cervantes, falsificados por unos tipos sin escrúpulos que no entienden de marcas, ni patentes.

¿Qué será lo próximo? ¿Nos falsificaran los jamones extremeños? ¿Nos falsificaran los grandes inventos españoles como la fregona o el chupa-chups? Y no se rían, no. La fregona es uno de los instrumentos más increíbles del siglo XX, pues permitió que millones de personas no se dejaran los riñones fregando los suelos de rodillas, con lo que eso supone para la salud pública.

Falsificar la imagen de los dos personajes de talla universal creados por el ingenio de un español, creador de la novela moderna, debería ser un delito de lesa humanidad. Además, dice mucho de la economía de la economía del gigantesco país. No entiendo de economía más allá de pagar las abultadas facturas de la luz y el gas, pero no soy tonto. Esta gente ha hundido la economía mundial a base de  ignorar patentes y fabricar a bajo coste. Sus obreros cobran lo mínimo y los derechos del proletariado-increíble en un país que se supone viene de un sistema comunista-, no existen.

En mi barrio he visto cómo actúan. Primero te ponen varias tiendas de uñas para las féminas, por ejemplo. Los primeros años, sus precios no tienen competencia, de tal manera que los negocios patrios de toda la vida, optan por cerrar. Una vez dueños del cotarro, ya solos en el barrio, suben los precios, por lo que no te quedan otros cojones que acudir a ellos ¿Es que nadie se da cuenta?

Así nos va, colonizados económicamente por unos tíos que se permiten el lujo de falsificar a Don Quijote y Sancho Panza, cuando nadie se atreve a fabricar guerreros de terracota y venderlos en Rastro a buen precio. Unos tíos que no libran, que no cierran, que no toman vacaciones, que te levantan un restaurante en un visto y no visto y que por supuesto, no generan empleo para los españoles.

¿Para qué nos valen?

José Romero

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