Un aparato es un conjunto organizado de piezas que cumple una función determinada. Aplicado a una organización, es la estructura que lo mantiene y representa. En un partido, el aparato está formado por sus dirigentes, sus representantes públicos y las normas o estatutos que regulan las funciones de cada uno.
La democracia interna existe o no. Con aparato o sin él. Hay organizaciones asamblearias profundamente antidemocráticas, partidos estructurados autoritarios y otros que, en cambio, son ejemplo de participación y libertad.
Para convertirse en proyectos útiles y transformadores las buenas intenciones individuales tienen que articularse en organizaciones que, a medida que crecen, se jerarquizan y estructuran. Las personas que están en la base de una organización tienen capacidad de decisión, eligen en sus asambleas o congresos y delegan responsabilidades en sus dirigentes.
En estos tiempos, con la sobreexposición de los líderes en los medios de comunicación y redes sociales, es demasiado frecuente que algunos confundan sus proyectos personales con los de las organizaciones que representan.
En este sentido, la elección directa de los dirigentes por parte de los militantes puede convertirse en un arma de doble filo y provocar el efecto adverso de acentuar excesos de protagonismo personal que, a mi modesto entender, perjudican el proyecto colectivo y derivan con facilidad en autoritarismo. Avancemos en la democracia directa, por supuesto, pero adelantémonos a efectos secundarios no deseados limitando el poder individual con el control de los órganos colegiados.
Es fácil criticar al aparato: es sencillo dejarnos llevar por la utopía de la comuna perfecta que no precisa de normas ni dirigentes. Pero es eso, utopía. En la vida real, lo que queda si eliminamos el conjunto de piezas que organiza un partido es una plataforma electoral al servicio del líder; y ese no es el modelo en las democracias europeas.
Que los partidos políticos tienen que actualizarse a los parámetros del siglo XXI es una obviedad. Eso no significa que no sigan siendo imprescindibles. Por más que algunos siembren el desencanto y el escepticismo, la política es la única herramienta transformadora en manos de las clases trabajadoras y los partidos políticos la manera en que la política se ejerce en democracia.
Es perverso y engañoso contraponer militancia y organización. La militancia es eficaz si está organizada, estructurada y bien liderada. La organización tiene sentido si sirve al interés de la militancia y ejerce las responsabilidades –internas y externas- a que se comprometió.
Nos llevarán más lejos los proyectos colectivos, los proyectos redactados en primera persona del plural que aquellos que se hacen en primera del singular. Nosotros mejor que yo; lo nuestro siempre antes que lo mío.
Victoria Moreno