lunes, noviembre 25, 2024
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Peñón con sartén y mango

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Tiene mucho interés un artículo publicado en The Guardian el seis de abril pasado por Peter Hain, un antiguo “Minister of State” para Europa en el Foreign Office cuando era Primer Ministro Tony Blair y Jack Straw su ministro de Exteriores. Hain anima a los gibraltareños y al gobierno británico a aceptar una cosoberanía hispano-británica del Peñón.

La que se le avecina a Gibraltar con el Brexit está siendo también objeto de otras opiniones, algunas desmadradas o incoherentes. Entre estas últimas aquellas que quieren una excepción para el Peñón porque en el mismo votaron masivamente por el “remain”, como en Escocia o Irlanda del Norte.

Solo son países los que pueden estar en la Unión Europea. Eso lo saben los gibraltareños y también los escoceses. Por eso manejan de nuevo en Edimburgo su aspiración a la independencia, una problemática más complicada de lo que pueda parecer.

En efecto, a la UE no debiera interesarle fomentar el despiece de países europeos aceptando en su seno los retales desgajados. Quizás Dastis acogió en la UE con excesiva rapidez, en recientes declaraciones, una Escocia hipotéticamente independiente. Además, torceríamos el gesto si en Londres hiciesen un comentario semejante con Cataluña donde algunos no entienden bien estas cosas o engañan. ¡Igual aspiran ahora a ser el 51 Estado de los EEUU!

Las enardecidas majaderías oídas acerca de que las Fuerzas Armadas británicas garantizarán la pertenencia de la colonia al Reino Unido reflejan actitudes trasnochadas e imperiales combinadas con desconcierto, nervios e inseguridad ante la situación del Peñón después de que el RU abandone la UE.

De ahí la importancia del artículo de Hain, porque fue el negociador británico cuando por vez primera Londres se avino a considerar esta fórmula de condominio mencionada ya por España en tiempos de Felipe González. Hain afirma que cuando negoció, en 2002, a los españoles les bastaba con que ondease la bandera española en Gibraltar. De ser ello verdad, ¿seguiría siendo aceptable ahora?

Añade que la parte española accedió a tres inamovibles condiciones británicas: 1) la base militar seguiría en pleno poder de Londres (cómo las bases de eterna soberanía británica en Chipre); 2) ninguna pendiente resbaladiza hacia una soberanía plena española; y 3) la no introducción de Gibraltar en la Constitución española como una región específicamente definida. Naturalmente, el artículo diez del Tratado de Utrecht (1713), importante para nuestra reclamación con las Resoluciones de la Asamblea General de NNUU, se archivaba y Gibraltar se declararía descolonizada por la ONU.

Este acuerdo no prosperó, dice Hain, porque Aznar no lo encontró satisfactorio y puede que tuviese razón. Bastante cedía España si Hain dice la verdad. Por ello sería conveniente que se cuente también públicamente la versión española de lo ocurrido entonces, preferiblemente en sede parlamentaria. El más indicado para relatarlo es Aznar ya que fue el único del lado español, según Hain, que tiró del freno de mano, pero otros pueden hacerlo.

No siendo el entorno político el mismo ahora, debería España revisar su postura negociadora de cuando éramos más débiles respecto de Londres que tenía entonces manifiestamente la sartén por el mango. La propuesta española realizada en NNUU en octubre pasado puede que recoja la necesaria actualización. Sin embargo, veremos si el RU insiste en esas tres condiciones imperiales mencionadas por Hain de volver a negociar una cosoberanía y cuál sería la reacción española.

El diablo está en los detalles. Estos tres puntos destacados por Hain tienen mucha enjundia. ¿Cómo presentar decentemente la cosoberanía del Peñón si su base militar solo es británica y para siempre? Gran victoria póstuma del Almirante Rooke que tomó la plaza en 1704. ¿Sería aceptable repartirse las instalaciones militares? ¿La base naval para el RU y la aérea (en el istmo usurpado) para España? La utilización conjunta de todas las facilidades militares sería preferible. No debiera tampoco descartarse una plena soberanía española en el futuro. En cuanto a la no mención de Gibraltar en la Constitución española suena a injerencia.

Nada impide, como dice Hain, que el modo de vida de los gibraltareños se mantenga con su idioma oficial, el inglés, sus instituciones políticas, su derecho, sus jueces, su policía. En un régimen de cosoberanía su autonomía estaría garantizada como también lo estaría si estuviese plenamente en España donde sería, evidentemente, una Autonomía más. Su representación en la UE la llevaría España en ambos casos.

El consejo de Hain a su gobierno y a los gibraltareños es, pues, realista. Un acuerdo de cosoberanía que responda a las condiciones y necesidades de ahora, sin que nadie se baje los pantalones, podría reconducir un diferendo de más de tres siglos entre Londres y Madrid que afecta a los gibraltareños por los que hemos de tener más cariño que a nosotros mismos si queremos su necesario asentimiento.

Carlos Miranda es Embajador de España.

Carlos Miranda

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