lunes, noviembre 25, 2024
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Mayrit y sus aguas

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Madrid está unida al agua a lo largo de toda su historia. La hoy ciudad, fundada en la segunda mitad del siglo IX por el emir de Córdoba Mohamed I, única capital europea de origen islámico, nace como una pequeña fortaleza para vigilar las incursiones cristinas a través de la sierra de Guadarrama.

No deja de ser un villorrio hasta que recibe la Corte en 1561.

Pero en su primer siglo y medio de historia bajo poder político islámico -hasta la conquista incruenta de Toledo en 1085- se comienza a construir lo que permite su crecimiento posterior, una red subterránea de abastecimiento de agua.

El propio nombre de Madrid procede del árabe Mayrit, castellanizado en Magerit, pronunciándose la «y» y la «ge» como la jota francesa o inglesa, o como la elle en el castizo «botellín»; y su significado es lugar donde abundan los viajes subterráneos de agua, según interpretación documentada del arabista Jaime Oliver Asín en monumental monografía de 1952.

Nunca ha bebido Madrid del Manzanares, río escaso aunque con buenos puentes y la enorme ventaja de ser navegable a caballo, que dijo uno. El abastecimiento procedía de captaciones a las afueras de la villa que se canalizaban hasta el centro de la población para usos privados o fuentes públicas, alguna de ellas conservada en Cibeles hasta no hace mucho.

El sistema de abastecimiento se va extendiendo, renovando y reforzando continuamente y en especial en el siglo XVII, y funciona aceptablemente hasta el siglo XIX, cuando toca techo y ni el caudal conseguido ni el millar de aguadores que recorrían sus calles eran capaces de dar de beber a los 250.000 vecinos de entonces.

¿Qué ocurre en esas fechas? Pues la construcción del Canal de Isabel II, que me permite enlazar el pasado islámico con el presente político.

Tras varios intentos que no fraguaron para abastecer la ciudad de otros cursos de agua,  en 1851 se coloca la primera piedra del embalse del Pontón de la Oliva en el río Lozoya y comienza la construcción del canal de 70 kilómetros que conducirá el agua hasta Madrid, donde llega oficialmente siete años después y brota en una fuente monumental en la calle San Bernardo.

En la historia posterior del Canal nos podemos detener en la construcción en 1911 del primer depósito elevado en la calle Santa Engracia, en estilo neomudéjar, donde se concentraban las cámaras de la prensa y los vehículos de la Guardia Civil estos días atrás mientras registraban los archivos de la empresa.

Viene a cuento mencionar en este punto que a finales de los 80, cuando se acondicionó el depósito para otros usos -hoy es una excelente sala de exposiciones fotográficas-, sorprendió descubrir la acumulación de varios metros de guano en su interior, o como se llamen los excrementos de palomas y murciélagos a este lado del Atlántico. Un indicio.

El abastecimiento de agua a Madrid va mejorando con los años y el Canal de Isabel II pasa en 1984 a depender de la Comunidad de Madrid y se le encomienda, además de los servicios tradicionales del abastecimiento, la depuración de las aguas residuales y la mejora y conservación de los ríos; en 2008 se crea una sociedad anónima responsable de la gestión del ciclo integral del agua en la Comunidad de Madrid, Canal de Isabel II Gestión, S.A., que inició su andadura en 2012.

En estos últimos años la empresa inició una expansión exterior por Latinoamérica que ahora está siendo investigada, sufrió un intento de privatización que no tuvo éxito de milagro y aparentemente se ha utilizado para engrasar medios con publicidad y para corruptelas varias.

El Grupo Canal de Isabel II presta hoy servicio a 9,7 millones de habitantes (6,6 en España y 3,1 en Latinoamérica), factura más de mil millones de euros, tiene una deuda equivalente a sus ingresos anuales, un patrimonio ingente y miles de kilómetros de conducciones.

La conclusión de todo esto no tiene que ver con el abastecimiento de agua, sino con el saneamiento; el agua de boca se solucionó antes y mejor que las aguas negras.

La Organización Mundial de la Salud analiza regularmente la esperanza de vida en todo el planeta (71 años de media mundial, 82 en España) y destaca la reducción de la mortalidad infantil, el agua potable y por supuesto el desarrollo de los productos farmacéuticos como causas principales de que cada vez vivamos más años.

Pero la OMS incide siempre en un peligro menos conocido que mina la salud: «actualmente 2.400 millones de personas carecen de acceso a servicios básicos de saneamiento, como retretes o letrinas», destaca Naciones Unidas; 946 millones de personas defecan al aire libre –aproximadamente uno de cada ocho habitantes del mundo–.

Estamos hablando entonces que un problema a escala mundial se encuentra también en la Comunidad de Madrid, que es la deficiente o inexistente gestión de los restos fecales. La cantidad y calidad de las aguas que llegan al Tajo desde sus afluentes madrileños era otro indicio.

Las alcantarillas de la política madrileña permanecen taponadas desde hace dos décadas y no ha habido responsable hasta ahora capaz de desatascarlas, parece que ni a intentarlo.

El saneamiento es una prioridad del desarrollo mundial. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible, lanzados en 2015, incluyen el objetivo 6 que tiene la meta de lograr, para 2030, el acceso equitativo a servicios de saneamiento e higiene adecuados para todos y poner fin a la defecación al aire libre, prestando especial atención a las necesidades de las mujeres y las niñas y las personas en situaciones vulnerables.

Naciones Unidas ha establecido el 19 de noviembre como Día Mundial del Retrete. «Los retretes salvan vidas, aumentan la productividad, crean empleo y las economías crecen», afirman.

Una sociedad avanzada se mide mejor por su red de saneamiento que por el agua del grifo.

Carlos Penedo

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