Pablo Iglesias es un desestabilizador profesional. En su idioma, le importa un huevo el equilibrio parlamentario porque sólo busca la ruptura, la revolución, la inestabilidad. Ahora se siente muy molesto tras la misiva enviada por el presidente de la gestora del PSOE, Javier Fernández, en la que le acusa directamente de utilizar la política como un juego de apariencias. Y ha estado suave el socialista, que diría aquél. El máximo responsable de Podemos está acostumbrado a jugar sin leerse las instrucciones y eso lo hacen los marrulleros; aquellos que quieren ganar por encima de todo y de todos.
La estrategia es complicada y muy peligrosa. Sobre todo en un país serio y cabal, a pesar de los recientes casos de corrupción política en el seno del PP de Madrid, pero ese es otro tema. Como digo, los populistas activan los recursos más contundentes, la sal en la herida, cuando huelen momentos de máxima crispación; para rematar. De ahí la moción de censura. Una herramienta netamente política recogida por la Constitución española, de juego de despachos, que el propio Iglesias pretende trasladar a la sociedad, como si de una consulta pública se tratase. Porque los podemitas están muy acostumbrados, como los nacionalistas catalanes, a sacar las urnas a la calle ante cualquier situación.
Podemos no tiene proyecto alternativo, ni nunca lo ha tenido. Su única pretensión es la de mover permanentemente la caja de zapatos, porque la inestabilidad provoca vértigo, mareo y muchos minutos de audiencia en televisión. Y con este diagnóstico es mucho más difícil pensar. Así las cosas, su interés no es otro que el de fragmentar el sistema, lo que provoca huida de las inversiones, desigualdad, incertidumbre, pérdida de confianza, parálisis política, escaso crecimiento, incremento del desempleo, debilitamiento de la democracia, caos y radicalización social. Un decálogo de cabecera que Iglesias inocula con máxima efectividad a sus seguidores, cegados por la imagen y la puesta en escena.
Y lo peor de todo: una estrategia que parece excitarle al candidato Sánchez a las primarias socialistas, que también ha podemizado su mensaje; simple y repetitivo. La propaganda que tan bien le ha funcionado a Podemos, con imágenes sólidas y argumentos básicos. Veremos qué ocurre en esas primarias, las más excitantes de la historia de Ferraz. Pedro puede remontar en la gran final con todas las apuestas en contra. De momento, todo para Susana, y nada para él. Pero bueno, ayer con los avales casi firman tablas y recuerden que el voto es secreto y los que hoy cantan, mañana callan.
¿Por qué no te callas?, parece decirle Fernández a Iglesias en la carta del desencuentro.
Fernando Arnaiz