El PP atraviesa un proceso reincidente de infección. El paciente está grave y los doctores no hacen nada. El PSOE, por el contrario, pone empeño en recuperarse de una enfermedad contagiosa que le mantiene en cama durante varios meses. Los casos de corrupción que afectan al partido del Gobierno son virus que debilitan cada vez más el organismo de una formación que no cuenta con relevos. Mariano Rajoy está en la cama, impávido, con flema cadavérica, sin gestos, sin movimientos que denoten un hilo de vida. Espera, sin más: la estrategia del enfermo pasivo. El presidente es un hombre que mide los tiempos a la perfección, sin que los tiempos se le hayan echado encima. Vivimos una época de epidemia política en España.
Los populares, a pesar de las encuestas sobre intención de voto, que están claramente a su favor, comienzan a guerrear entre ellos. Cristina Cifuentes, la mujer progresista del PP, se defiende porque se siente víctima de un ataque interno. Y se siente atacada porque previamente atacó ella contra la corrupción de sus excompañeros del partido; aquellos que están dentro o fuera de la cárcel. Ha pasado en pocos días de superviviente a víctima. Y es que en la política, como en la mafia, todo queda en casa y los nuestros dejan de serlo en cualquier momento. Cifuentes forma parte de la savia nueva del PP, del grupo de sucesores de la vieja guardia, que todavía decide, que todavía dispone. Que no cede ante los cambios.
La derecha en España está herida. Su sistema inmunológico está afectado y el cierre de las heridas se presume muy lento y tortuoso. A Rajoy, ahora, sólo le preocupa sacar adelante los presupuestos y el decreto de reforma de la estiba. Y luego, Dios dirá. O no. Es cierto, como reza el refrán, que “en el mundo de los ciegos, el tuerto es el rey”, y el PP solo mira por un ojo, porque el otro lo tiene tapado. ¿Cuándo llegará el golpe en la mesa?, la sustitución del calmante por el antibiótico eficaz que erradique la enfermedad. ¿Hasta cuando el PP va a sostener la estrategia del cierre de filas ante la evidencia?
El ciudadano liberal, de centro derecha, que tradicionalmente ha entregado su voto al PP, no está dispuesto a aguantar más, pero no encuentra alternativa, a pesar de Ciudadanos de Rivera; un líder flojo que no se define ante los grandes retos. La presunta efectividad del PP en la gestión del país se mantiene ante la indefinición de una oposición desestructurada y sin alternativa. Pero, como digo, el PSOE se recupera poco a poco y, con toda seguridad, una vez ocupada la nueva secretaría general, volverá, por pura lógica, a recuperar la confianza entre sus votantes.
Así las cosas, el PP, que ya se encuentra en plena travesía del desierto, debe esforzarse aún más en la renovación de caras y en la definición de una estrategia política que reconozca los errores y proponga soluciones a corto y medio plazo. Esa solución, por tanto, no pasa por mantener las formas, sino por modificar el fondo.
Fernando Arnaiz